jueves, 4 de agosto de 2016

La Banda


Laureles, Tacuarembo, Uruguay (Fotografia de Elias Mendi Isasi)


La Banda. Estancias, y, a un lado, se deslizan, vuelcos, cuatro azules, un nombre, y una interminable rendija oriental. Y el sol no sabe a cuál franja sonríe. Detrás, en las alambradas, se estira un caballo, una faja de pinos y eucaliptos. Catadióptricos. Helada, lejos, en los interminables potreros, al abandono, pasea con sus novillas entretenidas, la extensísima filosofía del descarte. Se fija. Además. Su parca música al girarse (eje) dentro de un poncho patrio del tamaño de un diminuto estómago, el viento. Allá dentro rumia. O. Y . Afuera consumada (estancos, denuncia, praderas) esta mentalidad, lateralidad, del ser y no ser otra cosa, un espacio dónde se caga por decir o decir se caga a la intemperie de ese fractal diseño de la bosta al instante (cuando toca) tierra como materia fecunda del latifundio.  

martes, 2 de agosto de 2016

Posta del Chuy y los tentáculos de las tentaciones de Juana de Ibarbourou

Juana de Ibarbourou 

En la Posta del Chuy una puerta lleva a un escondite y el escondite a un hombre de aserrín. Apuesto a que nada fue como me lo cuentan aunque insisten sobre la exquisita tranquilidad ofrecida por la caída de la tarde en este paraje. Y al lado, justo al lado de un edificio de piedras concebidas, a un árbol le creció un agujero, grande de culo e inverosímil- siniestramente abusado- y desde el cual en un ángulo previsto se puede ver el arroyo arremeter contra las redondeces escarzanas del lado oeste del puente en días de crecida y dónde, en fantasmagórica entrada. Y. O.  Salida, preside una cadena todavía, ofidia y resbalosa, habilitada para izar marras, atar bigornias, o si se quiere trancar, como en los días cuando José Gervasio Artigas firmaba patentes de corso, por si a alguien se le ocurría, por acto de celo patrio, en cualquier tarde, agredir allí- postas, almádenas- a cualquiera y violarle el sieso cien veces si fuera necesario sin negociar peaje o falucho.