martes, 2 de agosto de 2016

Posta del Chuy y los tentáculos de las tentaciones de Juana de Ibarbourou

Juana de Ibarbourou 

En la Posta del Chuy una puerta lleva a un escondite y el escondite a un hombre de aserrín. Apuesto a que nada fue como me lo cuentan aunque insisten sobre la exquisita tranquilidad ofrecida por la caída de la tarde en este paraje. Y al lado, justo al lado de un edificio de piedras concebidas, a un árbol le creció un agujero, grande de culo e inverosímil- siniestramente abusado- y desde el cual en un ángulo previsto se puede ver el arroyo arremeter contra las redondeces escarzanas del lado oeste del puente en días de crecida y dónde, en fantasmagórica entrada. Y. O.  Salida, preside una cadena todavía, ofidia y resbalosa, habilitada para izar marras, atar bigornias, o si se quiere trancar, como en los días cuando José Gervasio Artigas firmaba patentes de corso, por si a alguien se le ocurría, por acto de celo patrio, en cualquier tarde, agredir allí- postas, almádenas- a cualquiera y violarle el sieso cien veces si fuera necesario sin negociar peaje o falucho.

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