lunes, 31 de enero de 2011

La escala

31 de enero y 2011

No sé qué disturba esta vega de naranjos recién florecidos. Mis labios. Sus labios. La rústica paja que cubre el rocío se ha transformado en un plato de aluminio. Canta un totí. Si no cerca del cafetal, canta en lo alto de una güira. Hay todo un rumor, una displicencia que, en el aire, se quiere poner afín. Esa ansiedad cae de las matas de mango como si fuera una pedrada.

Y me doy vueltas en la cama para decir que habías sido tú. El mundo. Por qué no las hojas. Se me queda ahí la incógnita, otra pregunta muerta que espera que las glándulas segreguen. A las 6 y 10, el despertador me lo aclara.

Otra vez, la calle. No sé, otra vez, una cúspide. La repentina voluntad de los árboles (ayer vi un video con árboles que giran, patos que flotan en negro, una luz interior en movimiento) se apunta contra el revés de las nubes de este mes de enero donde el mundo ha decidido que quiere ser mejor. (Blanco o egipcio). Y qué.

Como si jalaran la gandinga. Como si metieran un supositorio. Como si sofocaran con astracán. Las cosas se agolpan con sus propios acontecimientos. Se acercan. Se ponen sobrenombres como nombres al que todos arriban por su propio peso.

La angustia de quedarse aquí. Esa es la medida. La escala de mi desespero. Aquí, en la parada del 167.

domingo, 30 de enero de 2011

Ataque de mutismo glandular

30 de enero y 2011

Tengo un ataque de mutismo glandular. En este domingo flemático, se contrae, a los 40 grados Fahrenheit, todo lo que pregunto. No me atrevo a tocar nada. Le estoy dando tiempo a las salivas para llegar al café.

Quisiera leer a Machado, pero no sé si eso alivia.

Pongo el agua a rodar en el grifo para ver si me dan ganas de orinar. Cuando era pequeño, frente a casa, la casa en la calle sin asfalto, escribía mi nombre cuando orinaba. OSCAR en mayúsculas. Bulenda en letras corridas.

Eso no se hace, Oscarito. Mami se secaba las manos en el delantal frente a la puerta.

Un día, porque no pude evitarlo, y, camino a la escuela, escupí la sala de Nora, la vecina. Tenía la puerta abierta. La sala acabada de trapear. No pude resistirme. Todavía me llega el olor a creolina. Nora me vio aquella vez, se lo dijo a mami y se levantó el desquicio y sus famosos chillidos, sin contar los chancletazos.

Meses después, le oriné la sala a Nora. Esa vez, nadie me vio.

Quisiera escuchar a Paco Ibáñez cantar los poemas de Goytisolo. Hay un poema que habla de una casa y la flor de jara. No deja de tocarme la voz de Paco. Tampoco estoy del todo convencido que eso me alivie.

Cuándo fue la última vez que lloré.

Qué tal si le orino la puerta a la vecina del frente.

Qué tal si pudiera llorar y orinar a la vez. Qué me aliviaría. Con qué tendría que soñar.

sábado, 29 de enero de 2011

Ecmnesia o falta de vitamina D

29 de enero y 2011

Una fracción de la fracción es lo que tengo metido en el apartamento. No es fiebre. Quiero decir que tengo atorado una bola de elementos en un delírium trémens. Una continuidad de lecturas que anoche se me han enredado en una pregunta. Me he levantado en otro sitio. Se me ha acumulado otro tiempo. Ecmnesia o falta de vitamina D. Quizás. Una secreción glandular por las palabras me lanzan a la calle. Lo vengo destilando desde anoche. Quiero decirme algo y no tiene dónde ni por dónde entrarme.

Salgo para hablarme. Antes, salía con esa voracidad.

Las cosas. La gente. Las tiendas. Un bolero se me mete en la cabeza. Y sin embargo, se pone a disposición de un momento que no registro. Doy un paso y las botas son las mismas que llevo hace tres semanas. No me quiero describir con las manos en el peacoat. Son tres palabras.

Estoy por llamarme a mí mismo y regresar a mi cita con Diógenes. Miro el Blackberry. Y cuando salto un charco de nieve ya no me detengo: le compro a mis padres dulce de leche y 6 empanadas.

Cómo es posible que con estas crispaturas y secreciones me pueda sentar con mis padres a mirar una película de Van Damme.

Unos copos de nieve me alivian. Cayeron en la película que vi hace un mes. Y camino de regreso. Bergenline Avenue.

La luz parece un telón hecho de fibras de anécdotas y cuentos de familia. Me revienta la tarde.

Después. Frente a Chicas Bakery, un tipo me grita en la cara, desaforado: “Vivan los pobres de la tierra.” Supongo que es cubano por su acento. El reloj marca las 5 y 43 pm. Por si alguien quiere asegurarse, este reloj lo compró esta triste ciudad y lo clavó como un monumento, el cual aparenta dirigir el tráfico y el tiempo, antes que la Avenida de Bergenline se divida en doble vía.

viernes, 28 de enero de 2011

Por ejemplo: la camarera

28 de enero y 2011

Por ejemplo:
La camarera termina embadurnada de olores. Las camareras del Five Star Diner son suaves y aceitosas. La mía, la que huele al menú completo, se desliza entre las mesas. Monja virtual. Es una verdadera extranjera. Se mira en la vidriera cuando abre los refrigeradores de las reposterías.

Yo, huevos fritos.

Me deja salpicar (cortés) el agua como si de ella le saliera un Niágara. Una oda. Un Heredia.

Por ejemplo:
“En sus manos las carnes son encantados platos de la muerte”. Cursi, pero lo voy a apuntar. Los deja caer en la mesa con un tin tan ensayado.

“Las ensaladas se le arremolinan en un disco”. Sus manos me dan mareo. Tiene las uñas pintadas de violeta. Celan. Por qué Celan, si no es rubia ni Sulamita. La mayúscula es de José Ángel Valente.

Por ejemplo:
Cómo no va a ser amante de los jabones. Qué hay de fuga en esas manos. O. Es que es todo un volumen, reveses del cuerpo. Y se inclina. Pierde, fácil, una pierna debajo de cualquier mesa.


Por ejemplo:
Perdón, señor. Qué desea. Algo más.

Por ejemplo:
Entonces, cuando enciende la luz de la habitación, aparece el peso de esa contaduría de olores. Miradas furtivas. Acumulaciones. Una carga de rostros (cómo será el mío). El sillón donde se sienta por las noches. El aburrimiento. Las cariofilinas que compró teñidas de azul. El búcaro de Pier One.

Por ejemplo:
Se quita la ropa. Se ducha sin mirarse.

Por ejemplo:
Dónde vive la camarera.

jueves, 27 de enero de 2011

Pasajero 18

26

Yo siempre quise comer cardos, pero nunca
Me atreví porque no sabía que me querían decir.

Y un día, con limón, los trajeron para salvarme
De la negrura de sus muertes.

Y otro día, pedí una receta, ese cómo,
Y me pidieron silencio y que comiera.

Y una vez, hablando de azafrán, alguien
En una conversación distante dijo “cardos”.

Y no pude preguntar. Una urgente llamada
Telefónica me hizo viajar a otro continente.

Comenzaban a morirse los viejos amigos.

miércoles, 26 de enero de 2011

Pasajero 17

25

Esta es mamá. Perdida en la muerte
De dos maridos y en la memoria de un verano
Cuando leyó a Dos Passos y volaba

Un bimotor. Y cerca, tan cerca, sus hijos
Reían ante la frescura del mar, y

Aquella mosca, en la pierna de su marido,
Cerca, tan cerca, del helado.

Ahora, fija, en estas mesas, espera
Otro libro, casualmente un libro de otro tiempo,

Que no tendrá ni espacio ni tiempo
Para la memoria. Fíjese cuánto le cuesta
Estar, aquí, frente a nosotros.

lunes, 24 de enero de 2011

Marranas 13

#
Si extraigo una mesa y me sale una silla,
Qué pasa si me siento en la silla para comer en la mesa.



#
En cuestión de economías. Mientras más barato el infierno
Se presenta, más el costo para llegar a la borrachera del viernes.



#
Picotea la gallina a sabiendas que su corazón coronará
Un arroz con salsas. Lo supo después que el gallo cantó 3 veces.



#
Mantiene en una liga la distancia. Aquella circulación
Parecida al placer que regresa después de las pesadillas.



#
La mesa está llena de círculos y manchas. Los bordes cargados
De codos. Las patas siempre clavadas y firmes, rozar sexy, y sin calcetines.



#
En cuatro verdes se vino del oeste. Brújula. Se tragó la lengua.
Le pasó por la garganta la estrella Polaris como a un camaleón.



#
Se metió bajo la axila el termómetro, y luego, debajo
De la lengua. Y con grandes ojos afiebrados, en el sieso, la caridad.



#
La dulce vida se recuesta en las amplias celulitis
De un pasado que siempre fue mejor.

domingo, 23 de enero de 2011

Yo (el arco de Cáparra y el silencio)

23 de enero y 2011


Después del dolor, hoy me traga el silencio.

Estoy debajo del arco. El arco de Cáparra. Es un arco que lo único que sabe es de silencios. Aquí todo lo rodea una impenetrable quietud, un exceso de luz, un repello que repela hasta el aire. Por dónde llega tanto silencio. No lo sé. A la sombra de las tres de la tarde, busco en una de las cuatros sombras, tirar la esterilla. Qué haré debajo de este arco cuadriforme por 15 horas. Me quedo dormido. Yo (el arco de Cáparra y el silencio).

Me despierto. Las hormigas han llegado. Negras y gigantes. Han trepado por mi mochila. Las tengo en la camisa, subiendo diligentes por las piernas y los brazos. Han rodeado la esterilla y se amontonan contra sus bordes. Es que quieren cargarme, sacarme de aquí. A dónde me llevarían si las dejara. A cuántos se habrán llevado de aquí. Cuántos pueden haber pasado por estos 4 arcos, si habrán sentido este silencio como yo hoy. Les huyo a las hormigas. Sigo mi camino hacia el norte.

También, hoy, me percato que el silencio será aún mayor. La madre de Ramoncito me ha devuelto La guía de la Ruta de la Plata. Ramoncito se ha apropiado de varias hojas. Entre ellas está el tramo que comienza en Galisteo, pasa por el arco de Cáparra, y termina en Aldeanueva del Camino.

Le intento explicar a la señora, tal vez para consolarla, que las guías sirven de muy poco.

sábado, 22 de enero de 2011

viernes, 21 de enero de 2011

Me cerca un judas florecido

21 de enero y 2011

Migraña. La vena (azul) con una corriente de eléboros hasta el meollo dando tumbos. Anoche y sus cuerdas de manzanillas atadas de amarguras. Tengo el cuello desollado de aguantarlas. Vaya collarín. Qué es lo que me duele. Doler por doler, me puede doler cualquier cosa en esta zona de la corteza.

Me cerca un judas florecido. No. Es una magnolia que floreció en enero del 89. Y me sorprendió la audacia, lo precoz que puede ser la esperanza. Será eso lo que me duele. Porque no creo que tenga color. Esta vez, no sueño ni me pongo en camisa de doble espiga.

Estoy temblando de tanta exactitud. Las cosas me siguen invadiendo con el intenso brillo de sus sugerencias, la existencia con su elíptica inalterable, con su nariz a lo divino; flor de la flor, gacelas de tu nombre. Y. Ahí las marranas, rechonchas, mastican en una fiesta de algarrobas sus penetrantes olores a hembra y hombre.

Qué es lo que me duele, carajo. Me quiero meter el dedo. Y esto no es para orificios.

jueves, 20 de enero de 2011

Marranas 12

#
Anatomías del corazón o el amor según el día cuando el Karol
De Kieslowski quedó mirando la ventana de su prisionera.


#
Una vez la gallina, una vez la zorra, una vez la mujer.
Después le salió una cola suave entre los senos.


#
Una noche me perdí en Brooklyn. Buscaba a la par
A una mujer que flotara como el junco.


#
Un animal hecho de bourbon se le instaló en la herida,
En el instante cuando se acordó que (ella) viajaba en quitrín.


#
La mano izquierda, cuarto eléctrico, la caquexia
Disuelta en una montaña de trigo recién cortado en junio.


#
De repente tienes una laguna con ondas maniatadas. Un centro
Apostólico se deriva de la fórmula con que se divide una pizza en ocho.


#
Un rio (declina) entre las ramas del roble. No sé.
Es enero y esta tarde se ha ido chupando el sol.


#
Un trozo, un camión ha venido lento por el tramo inesperado.
Un trozo con la cara de un extranjero. Un trozo de foto arrugada.


#
La faja bretesada se le abrió. En los píos de la noche le brotó,
Encandilada, la mancha de una mordida.

miércoles, 19 de enero de 2011

Nicodemo se dilata contrariado

19 de enero y 2011

“Concreto. Si fuera a decir concreto y me desvaneciera.” Fue lo último que soñé.

“Morder perdigones en las perdices. Quemar las hormigas del pan.” Esto me lo digo al borde del colchón.

“Paneles de sustancias agrias por las comisuras supurándome.” Ya frente a la estufa. Creo que lo pensé en el sueño. Pero lo que necesito es un café bien negro.

“Como las prendederas, succionar la orgánica del adobe.” Coño, gotea el techo. Es culpa del deshielo. Tendré que llamar a la dueña del edificio. Se han mojado algunos libros. Y ahora qué hago. Dónde está el trapeador. Trapeador o fregona. Masculino o femenino. Habrá que encontrarl(ao).

“Mejor que trepar. Alejarse de vista.” Tengo una ojera más oscura que la otra.

“Y sobre la digestión lenta, evaporarse en las babas de los caracoles.” Hoy no me voy a duchar.

“Ponerse a disposición de los caldos de los enólogos.” Un Muga Reserva para luego. Un altarcito para las chuletas de cordero que traje ayer del Path-Mark.

“Plantar una fibra óptica en los huesos.” Sin los espejuelos el café no sabe a nada. Los tengo que haber dejado en el piso o al lado del colchón.

“Para verte mejor.” El lobo feroz.

“Garabatos y cordeles del desdén. Que me arranquen los brazos como a las muñecas.” Mi madre las coleccionaba. Le arranco la cabeza a la favorita. Después del noveno inning, los gritos de mi madre.

“Por los barrios más remotos seguir la rumba, su arrastrante, pandemonio de cartílagos y rotaciones, los espasmos, el sudor, su lejanía cortesana.” Hasta aquí el estruendo de un merengue. Cuando cambia el semáforo, se aleja el auto con su fiesta. Se aleja, también, el carnaval de 1969.

“Inclinarse ante los tronos.” Vierto el café con cuidado en mi tacita de Limoge color Luis XV.

“Me abriré paso en las grandes galerías, todo soberano.” Le voy a pulir el cristal al Rolex que mi padre me dio el domingo. No fue un regalo. Fue un traspaso de tiempo. Me le acerqué al oído. Aquí no voy a decir lo que le dije. El cree que se va a morir pronto.

“Y allá, al final de las filas de los cansados, en una silla eléctrica, someterme todos los días de mi vida al shock del amanecer.” Isabel me ha comprado una tapa nueva para el inodoro. Ella misma la ha instalado. Y ahora, qué hago con una tapa en el inodoro.

“A los cariños míos que se olviden de mí. Que nunca he sido mío.” Una buena línea para herir a mis hijas. Un momento Hallmark.

“Y como un acto de total dedicación (o uno de mierda) desaparecer por cualquier culo para nacer de nuevo.” Nunca falla el café.

martes, 18 de enero de 2011

Cata de libros y las ediciones montevideanas

18 de enero y aquello del 2011

El aguacero intenso es lo que me llega. Montevideo. Una amiga toca a una puerta oficial y subimos por unas escaleras de antaño hasta el despacho, la torre, el cuartucho famoso de Herrera y Reissig. Tarecos disueltos, dos ventanitas, una puerta destartalada. Y la terraza llena de vértigos y barlovento. La ciudad hacia al puerto descascarada. Los edificios, sin piedad y sin colonia, disueltos contra el marrón del rio. Montevideo, hacia el puerto, es la cara de un Herrera y Reissig desdentado. Por debajo del horizonte, la carga ácida de la humedad se ha desplomado en un aguacero.

Lo que me llega ahora no es el olor a café brasileño. En la calle Sarandí, nos hemos sentado en un café de moda. Aquí no hay Bustelo y me entristece pensar en mi madre. Mi amiga me va a regalar uno de sus libros, y el olor, el olor del libro, ha contaminado mi taza. Lo menea como si fuera un abanico. Otra biografía de Lautréamont. Los dos miramos como afuera llueve a chorros.

Le he dicho a Isabel que me vende los ojos. A la gallinita ciega. Ha puesto, en el grupo de libros que voy a catar, ediciones de Barcelona, Guadalajara, Buenos Aires, Madrid y Montevideo. Y, según los va abanicando frente a mí, voy acertando.

El aguacero cada vez me llega más intenso. Las ediciones montevideanas se exceden con sus aromas. La humedad remonta. Rastreando su mosto entro en una marroquinería. O. Y. La humedad se detiene los domingos en la feria de Tristán Narvaja, se eterniza. O. Y. La humedad permanente de los colchones de lana, curtidos, en el hotel Cervantes, me encuentra acostado en el cuarto 104. Pero, lo que insiste, un poco más arriba de la lluvia, me traspasa. El eucalipto, su posibilidad en las quemas, su frontera nocturna entreverada con palo de monte. Es el humo. Ciudad que arde. Es una suerte. Se pueblan de nafta y pizza con albahaca las avenidas de plátanos desnudos y las paradas de los autobuses.

Por último, le digo a Isabel que también hay una insinuación a violetas que se desfonda, un tipo de colorante que reconozco en las ediciones de la Banda Oriental. Dos libros en particular que adquirí en Papacito. Una edición de bolsillo de los poemas completos de Fray Luis de León. Otra tempranera, casi roída, complementada con penetrantes olores a pamplonas y a molleja, de cuentos escogidos de Filiberto Hernández.

Esta tarde, a pesar que la lluvia ha descongelado la mayoría de los trillos de hielo, he tenido dificultad en llegar al Path-Mark. Me preocupa el regreso.

No recomiendo la sección de carne en el Path-Mark. Atroz.

Haikus Libres 17

+
Dormidos
Tú y yo
Nos parecemos.


+
La cabecera
En el vaivén
Del sueño.

lunes, 17 de enero de 2011

Tun tún

17 de enero y 2011

Me he levantado con una pelota en el curso de la voz. Se puede narrar eso. Hasta puedo sentir, en aquello de que el tiempo se detiene para saludarme y llevarme a una de sus citas, donde la pelota vuelve a saltar inesperada. Y qué puede salir detrás de las patas de la mesita de noche o caerse de un abrigo que he colgado todo el invierno.

Me desvelo. Un tun tún toda la noche contra las paredes. Una pelota que primero pega contra la pared donde está la chimenea. Es un pedazo de fierro con forma de chimenea. Tun tún como si dos amantes estuvieran contra la pared apasionados amándose. Pero tal es la velocidad y su frecuencia que es imposible para caderas humanas. Además, suena como una pelota de playa. Roja y azul, blanca y amarilla.

Tiene que ser un cable pegando contra la pared exterior. Cablevision.

3am. La pelota la tengo en la pared justo detrás de la cabecera. Será que alguien la tira y la devuelve contra la pared. No me cabe duda, esta pelota tiene dos ecos. Pega a la pared como si una fuera dos a la vez. Silencio. Vuelve a repicar incesante dos pelotas en una. Me sumerjo en un estado de parálisis. La misma parálisis que aparecía en aquellas pesadillas donde un punto en el horizonte se convertía en una inmensa maraña y amenazaba tragarme.

5 am. He salido al pasillo a pesar que no voy a encontrar a nadie.

Será que este ruido es un residuo. Pero, un residuo de qué. Por qué después que ha cesado me embarga esta pesadumbre, esta molestia de que algo se me ha perdido por dentro. Qué puedo yo haber perdido que no haya perdido ya. Y qué cojones es por dentro.

Me siento y escribo la primera Marrana que publicaré hoy en el blog.

#
Me he ido borrando. De modo que mi rostro servirá
Para la extorsión, el robo, el plagio y el adulterio.

Marranas 11

#
Me he ido borrando. De modo que mi rostro servirá
Para la extorsión, el robo, el plagio y el adulterio.

#
El día está envenenado en una digestión de brillos
Y cancioncillas embutidas en el vaivén de los elevadores.

#
Hay una ventana rota que da a un patio donde hay una pared
Con numerosos y ordenados ladrillos. Apunten.

#
En medio de las caricias notó que en el índice le crecía
La uña torcida. Además, le pidió que se lavara las manos.

#
El espionaje sirve, como toda inocencia, para demostrar el interés
Con que la verdad debe sostenerse debajo de todas las cosas.

#
Ante una mujer bella hacer como los reyes visigodos.
Una sopa de rábanos como antídoto y antes del banquete.

#
Después de una vasectomía, se pierde
Ese sentido preciso con que los GPS llevan a lo remoto.

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Con una vara mágica se acostó la bruja enamorada.
Aunque tenía cinco despertadores no despertó.

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Una cadena de proteínas enlazadas en el aura de sus besos
Me robó la presa donde mis molares se pudren.

#
De nada valdrá que adore. Me falta ese espacio en el templo
De los dioses. Será que me vengo desentendiendo de mí.

#
Entro en el doblaje donde los minutos pasan.
Por qué mi necesidad pasa por la micra mecánica del ser.

domingo, 16 de enero de 2011

Virus vespertino

15 de enero y 2011

Aprieto el Blackberry. Y por 16 segundos escucho una voz masculina, distorsionada. Y sin duda, habla en una lengua de ultra ozono. Indescriptible. Oscura. Detrás de la voz, gravedad, una serie de interrupciones como si alguien estuviera rompiendo una viola. Quizás hubo dos pautas. La profundidad de la voz se extinguió con el azul de ATT. Qué coño fue eso, tú.

Fue William Borroughs quien dijo que el lenguaje es un virus. Vibra el Blackberry.

Isabel me devuelve la llamada. Me pide explicaciones. Por qué me estabas roncando en el teléfono. Qué te pasa. Le explico lo de la voz incomprensible del hombre. Estabas dormido y no te diste cuenta que me llamabas. Qué. Isabel insiste irritada que eran mis ronquidos.

Eso fue después que Ramoncito abriera la puerta y entrara en mi apartamento. Tiene que habérseme olvidado cerrar el llavín ayer después que me perdí en los trillos de hielo. Yo estaba por escribir en el diario intermitente los orígenes de mis temores a la dimensión fractal cuando entró. La puerta chirrió y supe, esta vez, que no era una de las ratas que entra y sale.

Se plantó en medio de la cocina con el peso de una estatuilla. Me miró y se sonrió. Ramoncito entró lleno de una enigmática energía. Quedé embelesado. Antes que me levantara del piso, antes que pudiera decir algo, se abalanzó sobre los libros amontonados al lado del refrigerador. Quiero decir que se lanzó como si estuviera por zambullirse en las olas de una playa. Un buzo enano. Dio un grito que me aterrorizó. En su derecha, un pez recién sacado del mar, coleteaba mi guía de El Camino de la Vía de la Plata. Con la misma atónita velocidad, salió disparado por donde mismo había entrado.

La madre ya bajaba asustada. Me llenó de disculpas. Ramoncito apretó el libro y soltó un chillido de alta frecuencia. Le encantan los libros, me intentó decir la señora en lo que lo sujetaba. Después me lo devuelve, le iba a decir. Pero, Ramoncito se le escapó y, ambos, desaparecieron escalera arriba tras un estruendo de pisadas.

Aquí, en el diario intermitente, se me ha ocurrido llamarlo Ramoncito. Confieso que desconozco su nombre. Lo poco que sé es que vive con su madre en el apartamento 5 y los fines de semana no me dejan dormir pasada las 7 am. Corre como un elefante. Tendrá, tal vez, 5 años. También sé, por el gordo peruano del 2, que es autista.

viernes, 14 de enero de 2011

Dimensión fractal

14 de enero y 2011

Mitad franja y mitad cuchillo. Desde la rendija de mi ventana, la sombra se derrumba contra los ladrillos de las paredes. La luz se levanta, grosera, en revoleos blancos y grises. Los residuos de una nevada. Me quiero hacer varias preguntas aunque tenga que retroceder sobre este sabor a búngalo encerrado. Las narices. No eran quitrines ayer y autos hoy cuando giro el llavín y salgo a la calle. Creo que se me levanta un fuerte olor a urea de caballo. Dónde habré comido tanta yerba.

Estoy por comprarme un vino. Tinta Toro. Me voy por un Termes. La ligadura del tanino hasta el gaznate con su bolero. Qué añoro sino el corcho que zafa como un corazón para desoxigenar los glóbulos. Tintos o blancos. Compraré una curita también. Aquí no le daré el gusto a nadie. No me verán chorrear las babas.

He girado a mitad de camino. El indio que me vende la lotería huele a melazas. No. Huele a plumas de gallina. No. Huele a comino en la piel de un cochinillo. Tampoco. Huele a ajo. Eso es. Huele a las chicas búlgaras de Castilla-La Mancha. Sí. Huele a trocitos de apio. Me desea suerte.

La luz resbala. De repente, hay trillos que el hielo crea sobre la calle, senderos que si no levantas la cabeza te pueden llevar a un inesperado periplo. Vas a Dunkin Donuts, te bebes un café, y cuando sales, sigues el trillo de hielo que te devuelve a Dunkin Donuts. Te vuelves a beber otro café, y cuando sales, y sigues el trillo de hielo, éste te devuelve a Dunkin Donuts donde te bebes el tercero sin comprender. Después del quinto café, te invade un estado de impotencia total. Un temblor. Será por eso que me mira desesperado ese judío ortodoxo mientras espera el cambio del semáforo. Qué conexión habrá entre la impotencia y el hielo después de un quinto café. Será que el indio que me vende la lotería huele a impotencia. Ahí.

No sé cómo he regresado a mi llavín. En esta repetición de esquinas y semáforos, callejones, latones de basura, tendidos eléctricos, enmarañados crucigramas aéreos, ventanales, portones, rejas, hielo, gente vestida de negro, me invade la certidumbre que algo detrás de mí crece a una velocidad que jamás entenderé. Me regresa el viejo temor a la dimensión fractal.

Se me cuela en el retro nasal, antes de abrir la botella, un ligero olor a frambuesa y urea.

jueves, 13 de enero de 2011

Gesaleico (507-510)

A Gesaleico, la culpa se le manifestó con irreversible franqueza.
La historia secreta de sus padres, el giro que a ellos
Les hubiera correspondido, le encadenó en sanguíneas
Y criminales intrigas. Sin querer, le armaron un patíbulo
En el medio de la frente.

Por supuesto, a Gasaleico, le penetró aquella tinta en los dedos.
Todo lo embarraba. Hijo ilegítimo. El mundo (Narbona) arremetió
Contra el bastardo. De punta a punta, el reino lo sitió.
Al oído, “Bastardo, Bastardo”. Porque todo lo que tocaba
Lo embarraba.

Y por qué no. La rabia lo cegó. Usurpador no era. Saberlo le dolía.
Pero, incapaz de poner la suerte de su lado, solo pudo,
Desacertado, tirar órdenes al aire, y con ello, cargar
La pesadumbre que requiere la miseria. Y como dijeran
“medroso de tan grande aparato”, como si llevara al hombro
Un ganso, blanco y desganado, se entregó a la extrema crueldad.

Pasó por hierro al justo Goerico. Barcelona jamás lo ha perdonado.
Después, no hizo otra cosa que correr. Nada fue igual.
El deshielo natural de sus días se aparejó con el ensañamiento enemigo.
La vida lo fue desalojando a la grotesca esquina
Donde se le pone fin a una historia cualquiera.

San Isidro, en un momento alucinante, pareció haberlo visto,
En harta retirada, sucumbir a la orilla de El Drucucio
Como el malvado que “primero perdió el honor y después la vida”.

martes, 11 de enero de 2011

Marranas 10

#
Las manos de Pilatos se llenaron de pasas e higos.
Fue una oferta que pasó por alto El Iscariote.


#
La pesadez del mar se abstiene primero.
Luego, se precipita una gaviota sobre mi sándwich.


#
Callar a las seis de la mañana. Para que no haya duda
Que se escucha la leche caer. Y para que no caiga en balde.


#
En una lata de Coca Cola aparece un texto denominado,
Por su advertencia nutritiva, un tratado de extensión democrática.


#
Adiós a los tamarindos. Adiós a las alturas rojas
De los flamboyanes. Dice adiós ese hombre que se ahoga.


#
Escucho el trepar del chipojo. Alterado me vuelve la claridad
De sus huevos rotos y las ranuras de las paredes.


#
Es un anillo tan perfecto que el radio del verde
Se convierte en la boca de una libanesa.


#
Seguir un sueño hasta que vuele detrás de las palomas.
E insistir hasta donde duermen, gorjean y cagan.


#
Elevar también sobre las decisiones del bien y el mal
La pureza de esa duda que se nos presenta en el menú del día.

miércoles, 5 de enero de 2011

Pasajero 16

24

Frente al organillo,
Paralelo a la pared,
Con su deforme espalda,
Un globo que le brotara
Desde los espesores,

Suelta el pedal,
Lo arrima para cortarle el aire:
Una carga que hay que salvar.

Entierra sus manos.
Escarba con unas cifras
La presencia,
El génesis.

Parece que otra vez
Se le escapan
Las notas:

La cara oculta
De un serafín.

martes, 4 de enero de 2011

Marranas 9

#
El flamenco levanta su pata para que no
Intervengan las amarguras que mueven a las palmas.


#
En el invierno la canela ha vuelto a su tronco favorito.
El aroma envuelve los apretados glúteos de las chicas.


#
Al sur de las cortezas hay una ardilla. También ignora
Que hoy a mí se me olvidó pagar la cuenta del gas.


#
Una palabra tan honda que su fondo comience
Con letras temerosas de la profundidad.


#
Del bel canto a la alcantarilla hay un tramo de cercanos
Ecos. Y de gargantas que se tragan ratas recién nacidas.


#
Al pie de la letra está el pie. El pie del otro. El que conmensura
El camino. Singular combinación para el silencio.


#
Temo que alguien se invente un sitio donde tenga
Que reproducirme alrededor de la misma gente.


#
Cuentan que un ballenero japonés encontró un diario
Firmado por Jonás, hijo primogénito de Pinocho.


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Se han confundido las ratas con mi diario intermitente.
Entran y salen de mi apartamento sin encontrar nada.

lunes, 3 de enero de 2011