17 de enero y 2011
Me he levantado con una pelota en el curso de la voz. Se puede narrar eso. Hasta puedo sentir, en aquello de que el tiempo se detiene para saludarme y llevarme a una de sus citas, donde la pelota vuelve a saltar inesperada. Y qué puede salir detrás de las patas de la mesita de noche o caerse de un abrigo que he colgado todo el invierno.
Me desvelo. Un tun tún toda la noche contra las paredes. Una pelota que primero pega contra la pared donde está la chimenea. Es un pedazo de fierro con forma de chimenea. Tun tún como si dos amantes estuvieran contra la pared apasionados amándose. Pero tal es la velocidad y su frecuencia que es imposible para caderas humanas. Además, suena como una pelota de playa. Roja y azul, blanca y amarilla.
Tiene que ser un cable pegando contra la pared exterior. Cablevision.
3am. La pelota la tengo en la pared justo detrás de la cabecera. Será que alguien la tira y la devuelve contra la pared. No me cabe duda, esta pelota tiene dos ecos. Pega a la pared como si una fuera dos a la vez. Silencio. Vuelve a repicar incesante dos pelotas en una. Me sumerjo en un estado de parálisis. La misma parálisis que aparecía en aquellas pesadillas donde un punto en el horizonte se convertía en una inmensa maraña y amenazaba tragarme.
5 am. He salido al pasillo a pesar que no voy a encontrar a nadie.
Será que este ruido es un residuo. Pero, un residuo de qué. Por qué después que ha cesado me embarga esta pesadumbre, esta molestia de que algo se me ha perdido por dentro. Qué puedo yo haber perdido que no haya perdido ya. Y qué cojones es por dentro.
Me siento y escribo la primera Marrana que publicaré hoy en el blog.
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Me he ido borrando. De modo que mi rostro servirá
Para la extorsión, el robo, el plagio y el adulterio.
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