28 de enero y 2011
Por ejemplo:
La camarera termina embadurnada de olores. Las camareras del Five Star Diner son suaves y aceitosas. La mía, la que huele al menú completo, se desliza entre las mesas. Monja virtual. Es una verdadera extranjera. Se mira en la vidriera cuando abre los refrigeradores de las reposterías.
Yo, huevos fritos.
Me deja salpicar (cortés) el agua como si de ella le saliera un Niágara. Una oda. Un Heredia.
Por ejemplo:
“En sus manos las carnes son encantados platos de la muerte”. Cursi, pero lo voy a apuntar. Los deja caer en la mesa con un tin tan ensayado.
“Las ensaladas se le arremolinan en un disco”. Sus manos me dan mareo. Tiene las uñas pintadas de violeta. Celan. Por qué Celan, si no es rubia ni Sulamita. La mayúscula es de José Ángel Valente.
Por ejemplo:
Cómo no va a ser amante de los jabones. Qué hay de fuga en esas manos. O. Es que es todo un volumen, reveses del cuerpo. Y se inclina. Pierde, fácil, una pierna debajo de cualquier mesa.
Por ejemplo:
Perdón, señor. Qué desea. Algo más.
Por ejemplo:
Entonces, cuando enciende la luz de la habitación, aparece el peso de esa contaduría de olores. Miradas furtivas. Acumulaciones. Una carga de rostros (cómo será el mío). El sillón donde se sienta por las noches. El aburrimiento. Las cariofilinas que compró teñidas de azul. El búcaro de Pier One.
Por ejemplo:
Se quita la ropa. Se ducha sin mirarse.
Por ejemplo:
Dónde vive la camarera.
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