miércoles, 31 de diciembre de 2014

El deseoso (Nébedas)



Vuelvo a las nébedas. Me encierro en cero, y lo cierto es que, en este último día del año, me miento porque sí. Voy a los tulipanes del búcaro. Al extremo de la mesa. Allí compadezco. Al borde. Sombra. La quijada pulsada de trismos, las orejas dobladas y llenas de acúfenos, atrás, aunque rombo hecho el piso padezca en silencio. Y como aquí resisto al cuarto, a su alta biblioteca, me lanzo al Jardín. El Jardín sabe de las llaves sueltas en mi corazón y dónde todas penetrarían en gansos púrpuras. Me levanta con su envés, hojas pecioladas, la intensidad cuando se hunde bajo mis garras, y la aparición- el rabo de ella en la noche. Oh ka. Pone esta diaforética, fresco diámetro, la forma que cabe en su esencia. Plexos en la luna, rosa construida, maullidos, cresta como gallo perfumado de cundeamor este laberinto, las calles donde me crié, los techos, el raspado del zinc, y algunas puertas. Vuelvo. E insisto volver sobre mí, priápico, imaginada concepción. Dónde estoy. Aquí. Donde hoy tan Solo me queda una vida para chingar.

lunes, 29 de diciembre de 2014

El deseoso (Sepsis)



Virus de Marburg

Masivamente yo. El desganche y su bofeña. Masivamente yo. Algarabía. Y La Tediosa chinga en el moral del patio. Al lado, apretando su mancuerda, dos jalones, antes de lanzarse al abismo esto que veo por la ventana. Y. Yo. En sepsis, quiero decir, de repente cuando esta luz sin declarar incapacidad, catarsis, antes de mirar al espeso cuerpo, despegan estos apellidos (w.w.w) con que traigo mis tendencias. Me obligan. Se me amplifica la vía, los virus capaces de habitar el verbo. Desde Marburg y su puré de papa a las aguas del Hanta. Desde el subjuntivo del novísimo roer en Lassa a las garrapatas de Crimea, la luminosidad me envuelve. Hemorragias. Conjuntivitis. Deslumbres, fiebres y temblores en una saya de membranas y mucosas. Masivamente yo. Creo entender, y todavía no son ni las 12 de este lunes, por dónde viene este día inclinándose al sábado y el domingo en el patio. Ya pienso en el boleto de ese tramp steamer para los 40 días en el océano de estas/mis gandingas.

domingo, 28 de diciembre de 2014

El deseoso (Irse) …a Gerardo Deniz


Gerardo Deniz

Con todas las trabillas hoy, lluvia ayer, finísima, todavía en la garganta y la noticia: madre quiere regresar a visitar a su madre muerta e insiste irse dónde Gerardo Deniz se fue hace un par de días por un par de infinitos. Es una lástima el borrón cuando mira. La ventana. El deshielo, sus sopas, y el tenebroso humear de su café que nunca fue el mejor. Pero como decís Gerardo, el bledo no es que importe sino que se pierde el interés y entonces la ligereza toma su sitio alrededor de los demás, desde lejos te observan haciendo petroglifos, cosiendo tripas, simplemente obscenos cuando se les viene en gana. Madre nunca llegó a leer a Deniz. Lo suyo eran los salmos. Y yo, por culpa de Fecal, aprendí mucho más de ella que de él. De su afición por los hilos que atan en blanco, el neutro amor por los hijos. Igual que María por Jesús cuando viole cagar por vez primera. Para que el mundo hediera como tal. Como un Gólgota. Y con los años en los contrarios, entre ambos, sin anécdotas por las lecturas, se pegó El Desguace del verbo contra las carnes. Y el verso en su revés inequívoco, allí luxado, y sin magistrales, apesta a querosén aún hasta en el olvido y sus valles de sombras. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

El deseoso (El serrucho)

Ohne Titel (9. Juni 01), Gerhard Richter

Detrás de las paredes del cuarto, el serrucho. Rumor de esteras, canecas rodantes, jadeos -será el vecino y la vecina despojando sus martillos, el filo de las tuercas que penetran y dejan el extraño vacío del desgano, un barómetro fundido en la cal o el agua bajando la azotea o la horda de comejenes, cosas donde el exceso reina contra sí mismo? Qué se desmiembra. Detrás de las paredes, el cuarto. Como en el deseo, la estepa del hueco busca su forma, otrora dentadura, mordida. Y. O. Espacio recuperado, funda del regreso, magia hecha Paraíso. Y a pesar de ello, esto es un cuarto en su íntimo desorden. No hay más que fijarse en las columnas de libros. En los nidos de las feosias trémulas entre los excesos de las compras e Isabel. Los 25 sombreros y su decapitado. Es más, las jaibas en los cuatro relojes en la mesa de noche reculan cuando enciendo 60 vatios luz y creo saber dónde cada detalle se acumula. Y por encima de este polvillo en el aire detenido, irresistible, en su cercanía, el serrucho insiste. Divididas y submúltiplas roen mis preguntas técnicas los acúfenos. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

El deseoso (Janukáh)


Januquia

Las luces. El esqueje en la cera pegada en el januquiá. Oscuras mantas de tono sajón, lana virgen, el atado del lazo con sus olores a manzana y canela, avellanas conversan entre dientes y turrones alicantes, rastrillan al lado de una sola nuez que aborda en su mapa un mundo (perdido), el hueco de una posible embarcación del que conversaremos luego, el día que abordamos, el día que pisamos, a cierta hora tierra firme sin saber quiénes éramos todavía. Yuca va y el mojo atiende, repentino, una mancha verde, madre dice, habla de óxidos en la penetrante paciencia del olivo sobre todo lo que es hijo de raíz, parentescos de genealógicas espadas que fueran ajuar de algún monarca loco, como padre apunta, en los jardines de un alcázar al que nunca volveremos. O. Y. Aquel barbudo del desierto, Baldor, zurrón de garbanzos  y sales, Sahara, como abundancia, oferta ante las luces en la pizarra de los niños, nuestro íntimo tío. Y de un patio, desde donde llegan los aromas del cordero, el sacrificio. La voz, quebranto, y la sien en arabesco se inclinan. Madre borda sus amapolas, y así lo vuelve a repetir una y otra vez, permanentes blancos en lino. Y sin pensarlo, levantamos todos en una copa, oropel, el cuerpo de nuestros cuerpos con la rara gracia de los agradecidos, quienes al pisar tierra extraña se inventan el pasado.  

domingo, 14 de diciembre de 2014

El deseoso (Sé que llegarán las moras)

Ohne Titel (10. 2. 98) Gerhard Richter


Ohne Titel (21. 6.05) Gerhard Richter



Sé que llegarán las moras. La boca será agua, tenor en su dulzura. Y mis nombramientos. Vuelta sobre sí la aldaba, (a esta hora), la friolenta ardilla. Trepada. Mordisqueos, arrugas, deslices, igual a las nueces que ponía madre sobre la mesa, machacones y martillazos. Enrosca en la viveza, estéticas, el invierno el ángulo del sol. Y se abre. Capa de bufón. Espectáculo reservado. Y en su acto, el tronco jamás procura aunque en su siesta parezca que acaba de almorzarse todo, todas las hojas, el cobre y el amarillo, la era del ámbar. Por lo demás, algo no sabe esperar. No tiene la ceguera de los brotes. Según bastonean las ramas, unas y otras, se anota, rebote, el tono inquisidor de un instrumento que nunca será de ningún verde. También el azúcar en su limosneo se prende en infinitésimos cristales. Y sin explicar, contra indica, crece, a un lado, inmovible y estancada, piel de la fijación. Las moras.

sábado, 13 de diciembre de 2014

El deseoso (Y al rellenar el otro deseo pongo)

Reflexion (Autoretrato), Lucian Freud, 1985

Y al rellanar el otro deseo pongo, occidente al amor, naranjas agrias, las oraciones en subjuntivo con sus lacteados conductos. Como una lechería que jalonea ubre tras ubre de un río- frío- las corrientes. O solidifico. En chiles Y la aurora. Lengua encharcada en vinagres, rosados. Prefiero decir, ese frío cuando tiembla el sí. Igual que lirio. Y quedan, felpas, parafernalia, los guebos al aire. Como Freud -Lucian- hiperrealista y desconcertado.

jueves, 11 de diciembre de 2014

El deseoso (Quita y pon)

Immanuel Kant

Lo germinal, al fondo de algunos patios, da a sus lentas y casuales pautas el revés, la espalda de un truco ya transformado en Cibeles, Sócrates. O. Y. Kant, un corte entre estibas de una rosa construida en las esquinas de las urbes. Casual. Para incoloro fervor lo frotado. Como genios. Para el corazón a la orilla del mundo, un conjunto de fotos familiares. Una tarde magenta. Una mesa con frutos y olvido en la finísima lámina de un papel ácimo. La vida es eso. Presa de cuatro tijeras. Y como en el desagradable mordiscón de las opiniones mayoritarias entro en casa. Me quito el abrigo. Miro alrededor y me traba la lengua según deambulo en el inverosímil hábito de ser. Esto definido en su diario piar. Quita y pon que soy. 


sábado, 6 de diciembre de 2014

El deseoso (La flema)




La flema. Votarlo todo. Las maicenas del 10 y el 13. Las sardinas peruanas de salsa de antaño tomate desaparecido en la tos de una fábrica a las afueras de Chimbote. Las acetonas irlandesas al lado de los algodones encogidos y amarillos del botiquín. Y si busco más, aparecen gelatinas de cerezas debajo de ocho bolsas de fainá, fideos de Taiwán y el retozo del plástico, casi hablando esa lengua de la facilidad, el humo de aguas sin navegar entre dos latas, una de espárragos y otra de remolacha, cuando alguna vez me dio el signo vegetal por estirar no sé cuál intestino para su bien y el mío. Erase cuando aquellas cosas tenían su vigencia y yo les creía. Me acercaba como los demás a sus inercias e invitaciones. Me deleitaba no saber. Intentar poco. Resolver nada. Y, a pesar que siempre supe lo poco que durarían, fui atesorando algunos de esos brillos, los fui metiendo en escaparates, días que se cambian, sin querer, por otras cosas. Y por ahí. Los vacuos fondos de las latas. La tos encimada con el devenir y la sustitución en ese acuoso pulmón. Ya. Ese ruido aparece, sin consuelo, entre calendarios inútiles. Y lo que temo, imposible de doblegar cuando desecho, es lo que deseo, por más ausencia que admita entre los objetos y sus fechas redondas de quizás. Y también -y por qué no- uno tiene derecho a olvidarse de esas mierdas.