martes, 24 de diciembre de 2019

34 poemas, el veinte y tres

If not, not (1975) R.B. Kitaj


Que de tanto egresar el tieso pardo del desierto, el resto de su hambre, calma sefardí, sostiene una dolorosa nota.

Que de tanto rumiar tiene una piedra hecha de conectadas desapariciones.

Que de tanto despegar no llega -no llega- a estar entre lo que pasa y se expande en esa fruta encallada.

Que de tanto poner en duda pinceláronle el color del papel, y de verdad quisieron, para que ello depurara primero el rojo, seguido por la ceguera.

Que de tanto descubrir le escondieron el fagot y la clave.

Que de tanto esperar sobrevino el garguero zumo de su audiencia, brincos de lotería, de quien le devuelve a su dueña las entrañas.

Que de tanto suponer no quiso. Y hubo que sacarle al aire para que -allá- respirara los morados, el resto del piñal empinado en la loma.

jueves, 12 de diciembre de 2019

34 poemas, el veinte y dos y la libanesa



Obstinada, jarra llena de agua, la libanesa. 
Una vez apretados los labios palpa
la cocina, y escoge utensilios, los colores,
alisa la mirada, se ajusta.
La abaya y las moscas le huyen a eso,
tan humano, queriendo ahogarse.

De espaldas y desde el kabkab hay días
que se caen los ojos. Casi se le ocurre
desear algo, insinuar una opinión.
A veces, cuando el bochorno es insoportable
y chillan las golondrinas, una gota,
por la barbilla, engorda
antes de lanzarse al vacío.

Y en el momento menos esperado
pone cada aleph
en su sitio, acomoda
un invisible tantour, 
manotea las sobras,
y a punto de estrellarse, 
bobina entre los claveles
sobre el mantel
los deseos del púrpura,
presunto alguacil que la espiará
el resto del día

ir de un lado a otro.

martes, 26 de noviembre de 2019

34 poemas, el veinte y uno


Ohne Titel (1989) Gerhard Richter

Esta mañana. Nueve. Catorce. 
Tres parches. Zigzag 
 las palomas. Arriba,
negras. Buscan
el oeste, un punto flotante
sobre los cables.
Y más arriba. Contornos
de aguas en una cantimplora
rompen las nubes
con un picahielo.
Las más tempranas.
Las que ajustan los paraguas.
La ansiedad bajo cubierta. Y
los movimientos están prendidos,
collares trincados, liban
mientras reina 
en la parada la espera. 
A punto de llegar sucede
lo que restará el comienzo 
al dia. Los autobuses,
aparatos de leucotomías,
cabecean, uno tras otro,
penitentes.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

34 poemas, el diecinueve y un pargo


Me siento. Y nada en este anzuelo
que pueda iluminar el mercurio
del esqueleto o ripie proporcional
mi muerte con la forma de un regreso?


Sobre la mesa:
el florero, sal y pimienta,
los palos coreanos,
una copa probada
el tenor del alevinaje,
limón (murciano).

Yace frente a la oferta,
descamada,
la iris del cardumen.
Rosado y asincrónico,
le han cortado las aletas.
Y la espiral del agua,
sin escándalo ni asombro,
tiene por encargo
el disco de un plato
portugués, y mis parsimonias
alvinas.

martes, 12 de noviembre de 2019

34 poemas, el dieciocho y kala-azar

Viceral leishmaniasis

Dos cachetes de mojamas la tarde enciende. Abruptos, flebotomos y perdices sortean el abandono. Y al caminar, escucho calar el nombre de una fiebre, pronunciar el momento de otra piel. Y muy cercano, donde menos aparentan doler los padeceres, revolotea, sin ningún fin, una manga de cacofónicas úlceras.

martes, 8 de octubre de 2019

34 poemas, el diecisiete




Detrás de los plátanos, y más distante, hacia la derecha, la única sensación que me separa de la muerte del Titán de Bronce, es una bandada de gorriones que saltan y presumen ser palomas antes de desaparecer entre los arbustos. Dura poco. Y en ello, creo arrimarme a algo inesperado o que se destierra por un olor a detergente, la camisa que fue colgada al sol después de varios enjuagues con jabón de gas. La cuerda de punta a punta. Una punta desde el techo de la cocina. Y la otra que se pierde en la oscuridad de la puerta del excusado. Y es que no hay una puerta en el excusado. Hay un saco de yute colgado. Se aparta y aparece la penumbra, insustancial, el estertor de un fondo, la colgada visión de las ranuras que ilumina, pero que no logra darle un cuerpo final al momento. Allí, contra el apéndice de la pared, se dibuja el bigote, algo contrariado en los ojos de monedas, un hombre hecho vetas, y con la singular cabellera como en los bocetos de Da Vinci donde el terracota permanece cayendo en bucles por varios siglos.

jueves, 29 de agosto de 2019

34 poemas, el dieciseis

Calle 42 y 5ta Avenida, Nueva York (1898)


Estrangulado. Cada puntada aprieta esta gramatical manutención. Como abrir un melón fresco en agosto. La entereza de ese perplejo rojo traducido  trepa en el eco de las savias y, al presentarse, nadie entiende. Sin embargo. El pataleo. El atoramiento. El coagular de alguna sílaba percibe los sofocos del Tiempo. O. Intenta, mínima partícula de un viejo oxígeno, aproximarse, dar por lo menos un indicio antes de aflorar sobre la lengua -teatro de esta irrecusable repetición- y que, a modo de mutismo, resiste, se interpreta debajo de las sisas de los vestidos que portan las muchachas al cruzar la 5ta Avenida y la calle 42.

domingo, 28 de julio de 2019

34 poemas, el quince

Giove e Io (1531) Antonio Correggio


Disuelto. Las hendiduras. El aroma de los herbazales acumula el triturar, el fondo de un filtro (aguas) vengándose en la mole. Le apunto la distancia a Ione.

Le murmuro que, de aquí al próximo Tiempo, La Vida tendrá la memoria de su estirado cuello en esas franjas que caen hacia el horizonte, tres partes violetas.

Aderezo con sel gris y le pongo su sitio, espanto tábanos y moscones, mientras afilo los cuchillos.  

Me le acerco. No es la proximidad el evento de la ternura, las grasas al  disolverse en el fuego? Y ante el fuego por ella lloro. Lloro al consumir su delicada carne.

miércoles, 17 de julio de 2019

34 poemas, el catorce


Composition 4, Roland Topor (1967)

Desde la otra alcoba, desprendido entre la ropa amontonada, marginado debajo de todas las suelas, permutando dentro del esquinero, polvo antaño, y por la lámpara con el roto luminoso y la rendija de la puerta a media entrada, llega el olor a Eros con su cuadrilla de pepinillos avinagrados.

Y si molesta, putrefactas convenciones, transitado puente, mi biblioteca hace presencia en el deseo, a base de aerosol se combate lo invisible, se le da distancia en vez de cuerpo con un pulso de frambuesas o un taconazo de cítricos.

Aquí, yo en calzoncillos, fijándome en las grietas de Las Habanas, se insinúa, evasión, abolir cualquier promesa que mi corazón quisiera ejecutar, cualquier cálculo que la felicidad intentara depositar en mis deudas. O. Quizás sea mucho más simple. O. Daría igual que fuese más torturador? Isabel quiere ir al teatro y vestirse en ese momento que ya escapó; prefiere convocar y almacenar ese otro deseo donde se prolonga la belleza que también insiste vestirse en la otra alcoba. 

martes, 16 de julio de 2019

34 poemas, el trece


La Fuente Bethesda y El Angel de las Aguas, Central Park, New York (Emma Stebbins,1873)


h)
Habacuc, Habacuc. Cuál de los silencios en su toque de queda reguarda El Silencio. La línea de estos días, líquido humano, verbo que rebota de las aguas verdosas, cruza Central Park en busca del Ángel o Valente. O. Rockaway distanciándose desde los vaporettos, puntos blancos y rojos, y a lo lejos, los Highlands de Nueva Jersey son la misma duda? 

s)
Siempre el dolor, como el entusiasmo, ya lo sabes Habacuc, de la roca hacia lo alto, tejido en la fertilidad del orden y la abundancia, demanda, Oh atadura, cimas, ríos, la mar desplegada y la mar envuelta, los puertos y las nostalgias, y el paisaje del tiempo humano.

v)
Vidriera. Aposento. Arca. Ante Manhattan, toca decir que tiene harto precio La Redención. Delineada esta consentida violencia, la divide -horizonte y presente- el óbelo y su sordera.  

viernes, 12 de julio de 2019

34 poemas, el doce

Manhattan


¿Cuál dulzura, al trocar el gris, por un instante detiene a los rascacielos? Manhattan. Lo roto y la llave de imparciales jueces estallan contrapunteando al oeste, una columna de pillaje, la trama de los pasajes, el limbo del continente con sus farsantes detalles, la lluvia que se encima. Y de pliegos, achuras, esos complejos rescates de memorias descinchadas. Uno. Sin saber qué hacer con esta América. Ese momento enjalma sobre el ferry una displicente alegría turística. Y tan pronto lo percibe, encaramado en ese vitral, corrige al clonar su abundancia. Inigualable, aparece nariz redonda y roja, cabellera azul, y antorcha en la mano, ese irrescindible YO. Así, ante la vida, y para hacer reír a todos los atracadores.

martes, 9 de julio de 2019

34 poemas, el once

Martin Heidegger

Primero le insinúo Deuteronomio 4:14 y me responde con la firmeza de Habacuc 3:9. Y para darle cuerpo al Altísimo se quita la bombacha y sugiere Sea la Gloria y Tal vez deberías rasurarte la barba y no dejar por perdidos Los Caminos. De mi parte, de calzones, encorvado en la silla plegable, me deroga Heidegger, mi infantil vida política y, sobre todo, esta visión de lo bello (que) se pule mientras (ella) va y viene una y otra vez en incansables círculos por la sala. Incansables veces. Hasta alcanzar la velocidad y la levedad de una insistente mosca.

miércoles, 12 de junio de 2019

34 poemas, el diez

Peupliers a Giverny, Claude Monet, 1887


El vacío. Según el lado seco de la fuente cuando llegan los gorriones. Y al instante el vértigo del agua, partícula momentánea, copia de sus ojos el rumor. Se detienen. Cursor desde el fresco se levantan en una pelota (golf) y al revolotear, arcos, puede verse UNO, desperdigado el vuelo, sobre los álamos temblones de junio.

jueves, 30 de mayo de 2019

34 poemas, el nueve

El extasis de San Francisco de Asis, El Greco



“¿Son los neumas equidistancias, hechos, evasiones, sustancias de un nombre?” Alguien, al yo entrar en el bar, me previno. Y como habíamos herido al equilibrio al decir “Quedan” se apartó hacia el fondo. 

Me puse en la lengua dos: yogurt y casquería. Y así estuve en una larga Avenida esperando toda la tarde a que apare(nueve pintas)ciera en blanco algún error.

martes, 28 de mayo de 2019

34 poemas, el ocho, y Oh Torre de Las Ancas


 Miquel Barceló, Trois Chevaux, Une Chèvre etc, 2013


En el principio el filo, quieto –(hubo) enjambres repitiendo arcas, miel, medir el tesón- el armero con juntas abatidas y en su cabeza un rayo, eco en el ojo, dos puntas sacadas de los grafos para hacerse orejas. Y a su lado, conforme a lo que cabalga, el relincho de su yegua. El sudor cuadrado de las hierbas bajando a la tierra, dejando, círculo, una veta como prueba, un convite en el espacio de la pelea. Y cuando se entabla la batalla, Oh Torre de Las Ancas, la noche se quiebra en una liebre que salta frente a las constelaciones, al antes y al infinito después, pues con lo súbito escapa lo que derrama ambición.

jueves, 23 de mayo de 2019

34 poemas, el ocho

Garrowby Hill, David Hockney



Aquello no es lo mismo que Todo. Cubierto de lo que no soy no es lo mismo que Estar. Me acerco con un vaso en la mano por si acaso el vacío de mí se escapa. Por ejemplo: si alguien pudiese ponerme en sus manos o sobre sus hombros, algo así, como asegurarme que esto tiene remedio, y regular las distancias por lo hecho y por lo dicho, entonces quizás ese derrame consiga vencerme con el peso que lleva la tenue espiral.    

viernes, 17 de mayo de 2019

34 poemas, el siete

Charles Baudelaire


Y al encontrarme, cara a cara, descendiente del caos de mis abuelos, doblado, hombre de vaso, me excluye (me sorprendo) la inesperada y cómica estirpe de un tipo ecuánime ante la memoria y el deseo.

Debajo. Y porque una banqueta me sujeta. De cuatro patas de madera (barniz pellejero) me sujeto a la entrada de una gruta donde un etílico carpintero taladra, y fútil, al cabo, duda –si ya no hay duda- que Baudelaire hubiera querido ponerle rabo a Eros sin usar ni un solo clavo.

miércoles, 15 de mayo de 2019

34 poemas, el seis

Fernando Pessoa

Aspirar. Por respirar. Por múltiplos de aires dispuesto me angulo sobre esta mesa. Un redondel como momento. En el que mirar por la ventana interrumpe, ensambla lo extático, y se posa en las llamadas de mi padre, aplica divertículos a la amistad de Blas, y amortigua -en el fondo un gigantesco cedro doblado- las nalgas de Isabel y de K.

Y llueve. Hace una semana que llueve. Y el sabor que aquí se acumula, absoluto pesar de esta lluvia incesante, me hace creer, una vez más, en aquel Pessoa (Tabaquería y Álvaro de Campos) estacionado detrás de un día sin compás y cartabón.


Por lo demás. Un grupo de mexicanos empareja el césped frente a una casa. Entre ellos, las máquinas vibran y cortan las aguas. Y. O. Ante ellos, Uno inclina el rostro y evita que la lluvia le caiga en los ojos.

jueves, 9 de mayo de 2019

34 poemas, el cinco

Sistema solar de Johannes Kepler (Mysterium Cosmographicum)

La acera transmuta. La pregunta, si espejo fuera, esculpe a quién simule ser paso sobre el estrecho momento en el resbalo de las aristas.  
Por encima, las copas de los cedros y poliedros, estado desde donde cae la lluvia, impide/no quiere que lo incierto pacifique (dentro) los tramites del precipicio en el fuego.
Intuye o se intuye. Las almas al moverse, entre ellas, aparentan un nivel de acuerdo propio según los lados que así las modifican: presencia, caída, espectáculo, duda, cinco jarras de cerveza. O. El arbitraje de un juego pitagórico.

martes, 7 de mayo de 2019

34 poemas, el cuatro

Bodegón con guanábanas,1891,Francisco Oller

Y en el borde, donde el radio corta, luz verde, y cruza, creo ser exceso. La revoltura de la piel está hecha de un esquema lejos de cualquier posibilidad que pueda salvarme. O. Que se incline sobre el cuerpo diluido de Isabel. O. La mano quebrada de K.
Pues. Al otro lado. Se suscribe el deseo de una carencia que nada siente. O. La invitación de una pantalla al aparecer la pulsación de una compra: pixeles (Skype) que se imitan desde lo íntimo. Y de a poco desaparecen.
Sin embargo, en el centro de todo esto (desconcierto) la memoria. Y. El aroma de una guanábana partida en dos.

viernes, 3 de mayo de 2019

34 poemas, el tres


En la orilla de rio Sumida (Siglo XIX) Utagawa Kuniyoshi

A la altura de esta Roma no hay deseo en la frase. Inclinación, nivel, finísima, existencia, la lluvia sabotea ponderada.
A mis espaldas el frio se recoge ante la insistencia. Asume parapetar o competir. Su estratagema por mayo descree ante lo obvio.
Queda, desmadejado pespunte, miniatura, horca, Quién/Qué puede o no pasar.
Las parábolas no pasan. Me insta ante la lluvia el revés y no sé cómo acudir. Sin deseo La Memoria no tiene olfato.

34 poemas, el dos

Lapidari (1981) Joan Miro

Dos (Nabuconodosor): la lasciva, tentadora, esquiva al retener.
Ante el gusto riega -lengua el brillo- un lejano jardín en Babilonia.
Es Casa palpable el momento. El olfato sin deseo no tiene memoria.
Desea la memoria una coraza. Prefiere la coraza ser dátil.

lunes, 29 de abril de 2019

34 poemas, el uno



 
Foresta cerca de Oele, 1908, Piet Mondrian

Simulo. Y en cuatro estímulos prevengo la pereza de esta muerte.
Primero. La represa del ámbar cuando en espumas diluye.
Segundo. Se aprieta, en ello, cintura media abierta, una mujer.
Tercero. Un perchero, clavícula, cuelga en el viento.
Cuarto. Debajo de las caletas se rompe la tarde al caer.

jueves, 25 de abril de 2019

Términos desiguales



Coronet Limoges, Taza y Platillo, 1890
Términos desiguales, laxitudes después de la euforia, pongo sobre la mesa de la cocina la siniestra sobre los retos, ante los perfectos cuadros del Mondrian en el mantel. La recta nunca termina. Al vacío y contra la silla –roja- cae sin consideración. La silla –roja- y su geografía inclinada de humana tensión solo sirve para que Isabel vaya a sentarse: té y Limoges, amargo pasear por Le Marais, donde en una vidriera regresa con la imagen de Notre Dame en llamas, y por los ojos de una niña asustada.  

miércoles, 24 de abril de 2019

Lo roto es un hecho

4900 Farben (2007) Gerhard Richter



a
Lo roto es un hecho entre el polen que cae y la apertura de la luz sobre los amarillos. El estado de pesadumbre: aglomeración, la abundancia acaba de asomarse, y no deja de persistir.

b
Los autos degeneran en ruidos de jotas. El raspado fluye por los cuartos de La Casa. Se deposita en las lilas que acaban de surgir para arrestar al marrón de la cocina. Debajo: el linóleo se seca por el vasto continente de lo inútil.

c
Al parecer validar y aliviar se entregan. Se describe al hundir al numerar al corregir que este brillo existe para naturalizar este punto, este sitio. El sol penetra, su polvero: ese lente, rastro, suspende todo juicio.

lunes, 15 de abril de 2019

Isla de sombras amortiguadas

Brooklyn Bridge, 7 de octubre de 1914 (Eugene de Salignac:NYC Municipal Archives)


Esta es la isla de sombras amortiguadas. Desde el lado roto del gusano blanco de las olas, cruzo sin tener que cruzar.

Pies en esta arena da lo mismo: las rocas, los enalbados edificios, los cables asombrados por el ajedrez.

Da lo mismo que, desde antaño, llegue sobre las aguas el llamado al Puente. O.

Que el mecanismo que desperdicia su belleza sea esta suma elocuencia, alma partida, salsa putanesca. 

martes, 2 de abril de 2019

Rafael Sánchez Ferlosio o Los cambios tiempan

Rafael Sánchez Ferlosio


Levanto del inodoro el pecio, y mordido flota (verbo) el fondo del agua. Y conozco esa calma antes que cepille (fondo) la última del maxilar, siete veces con fuerza hasta el trígono antes de raspar la lengua, y regurgite la muerte de Sánchez Ferlosio, amarillenta pócima, y empuje la duda del hígado abierto, de las glándulas ocultas de mis deudas -secando para no hinchar, recluyendo, después de todo, para evitarme.

Y parte la calma. Isabel sobre un pantalón pasa una plancha. La cafetera hierve y el aroma se deforma. Otra cúpula de ruidos y mecánicas, compás trepidante, arma el lejano claxon de un tren sobre las vías en Secaucus. 

viernes, 29 de marzo de 2019

La casa de Antonio Machado en Segovia

Leonor Izquierdo y Antonio Machado


Una parra y la pared, cuadrículas, el piso recuerdo, y entrar es una misma cosa. Lo opaco conserva los contornos y, sobre la pauta, los muebles saben ordenar en incierto arreglo lo que fue cotidiano. Uno piensa en Machado y la ligereza de un verso exacto colapsa en el momento. O. El maestro de espaldas cruza. A la derecha, la cocina. El ojo verde de la ventana. Parte de un monte, parte de esa Segovia del eco. Y la mesa, más flaca que un caldo bajo el pienso de esa luz -ni centro ni esquinero- un gesto de pobreza. Y la alcoba. El lecho. Una miniatura del acto teatral del sueño: un escalón y se llega de la mano de un paseo -altos ya los chopos agitados- y Él espera que Ella le demande este espacio donde los turistas, fantasmas sin indultos, escriben (vaya desfachatez) sus nombres en un libro de visitas.

miércoles, 27 de marzo de 2019

A la Luis XIV

Luis XIV, Hyacinthe Rigaud (1701)
Este continente Yo. Sobrehueso. Carrilleras y ojales, zurcidos los flancos con incrustados de guipur. Oceánico por cadencias (a medio cubo boca arriba los vacíos) doy festines de aquí al acullá sazonado por el envés. En fin, esta piel se engurruña en Union Station y no desea otro antojo que no sea biscotin a la Luis XIV, y vino de Alicante.

martes, 26 de marzo de 2019

Beber una Coca-Cola contigo a la Frank O’Hara

Frank O'Hara


es aun más divertido que ir a San Sebastián, Irún, Hendaye, Biarritz, Bayonne o cruzar El Verrazano con el hígado abierto y salpicado por ese morrón que se distancia sobre Manhattan, porque a mi lado vuelves, tu selfi, la cabellera morada, el rumbo justo, tus pechos que dicen MADE IN CHINA o ESA la porcelana confundida con un plato portugués o la esquina que saliva mientras se levantan sahumadas proteínas, sospechas y Poland Spring, derrames y bacterias, todas, conjunto vital en las narices; y así, a las puertas del misterio “preferiría mirarte” entrar con tus tacones a la altura de los relojes y pasar, una vez más, frente al paraguas que trajo Francis Bacon para que, en él, escondieras las dichosas carnes -carrilleras y panza- bajo el congelado de los rojos que en su capilla Rothko detuvo en forma de ola alrededor de tu cintura.

lunes, 25 de marzo de 2019

En Greenville



Michelle Jardines

En Greenville, pinta mi hija la pérdida cuando me asomé, uno de tantos intentos al borde de la noche, y fluía Hermes entre los fósforos de su Madre.  

En Greenville, busca en la matemática azul, por encima de los naranjas, traer a ras las aguas procesadas, por ejemplo, las de Toledo, y un tanto, creo, el asunto que en ella está detenido desde aquella noche cuando en mi entraña llovía.

Y una vez (abril era) fui a Greenville. La escuché en el jardín de su casa, hacia el fondo del patio (cargado de azaleas blancas y rosadas) decir que entre sus ramas se escondían sus hijos y que en un trampolín practicaban cómo volver a encontrarse con las nubes.

En Greenville, en algunos depósitos de basura reciclable, aparecen plasmadas varias de sus pinturas. Una en particular es un parto, el almacenamiento, que por debajo del blanco revienta, y regresa a cualquier paisaje. O. El trayecto, recurrente.