Calle 42 y 5ta Avenida, Nueva York (1898) |
Estrangulado. Cada puntada
aprieta esta gramatical manutención. Como abrir un melón fresco en agosto. La
entereza de ese perplejo rojo traducido trepa en el eco de las savias y, al
presentarse, nadie entiende. Sin embargo.
El pataleo. El atoramiento. El coagular de alguna sílaba percibe los sofocos
del Tiempo. O. Intenta, mínima partícula de un viejo oxígeno, aproximarse, dar
por lo menos un indicio antes de aflorar sobre la lengua -teatro de esta
irrecusable repetición- y que, a modo de mutismo, resiste, se interpreta debajo
de las sisas de los vestidos que portan las muchachas al cruzar la 5ta Avenida
y la calle 42.
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