Fernando Pessoa |
Aspirar. Por respirar. Por múltiplos de aires dispuesto me angulo sobre esta mesa. Un redondel como momento. En el que mirar por la ventana interrumpe, ensambla lo extático, y se posa en las llamadas de mi padre, aplica divertículos a la amistad de Blas, y amortigua -en el fondo un gigantesco cedro doblado- las nalgas de Isabel y de K.
Y llueve. Hace una semana que llueve. Y el sabor que aquí se acumula, absoluto pesar de esta lluvia incesante, me hace creer, una vez más, en aquel Pessoa (Tabaquería y Álvaro de Campos) estacionado detrás de un día sin compás y cartabón.
Por lo demás. Un grupo
de mexicanos empareja el césped frente a una casa. Entre ellos, las máquinas vibran
y cortan las aguas. Y. O. Ante ellos, Uno inclina el rostro y evita que la lluvia
le caiga en los ojos.
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