Charles Baudelaire |
Y al encontrarme, cara
a cara, descendiente del caos de mis abuelos, doblado, hombre de vaso, me
excluye (me sorprendo) la inesperada y cómica estirpe de un tipo ecuánime ante
la memoria y el deseo.
Debajo. Y porque una
banqueta me sujeta. De cuatro patas de madera (barniz pellejero) me sujeto a la entrada de una gruta
donde un etílico carpintero taladra, y fútil, al cabo, duda –si ya no hay duda-
que Baudelaire hubiera querido ponerle rabo a Eros sin usar ni un solo clavo.
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