Miquel Barceló, Trois Chevaux, Une Chèvre etc, 2013
En el principio el filo, quieto –(hubo) enjambres repitiendo arcas, miel, medir el tesón- el armero con juntas abatidas y en su cabeza un rayo, eco en el ojo, dos puntas sacadas de los grafos para hacerse orejas. Y a su lado, conforme a lo que cabalga, el relincho de su yegua. El sudor cuadrado de las hierbas bajando a la tierra, dejando, círculo, una veta como prueba, un convite en el espacio de la pelea. Y cuando se entabla la batalla, Oh Torre de Las Ancas, la noche se quiebra en una liebre que salta frente a las constelaciones, al antes y al infinito después, pues con lo súbito escapa lo que derrama ambición.
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