Frank O'Hara |
es aun más divertido que ir a San Sebastián, Irún, Hendaye, Biarritz, Bayonne o cruzar El Verrazano con el hígado abierto y salpicado por ese morrón que se distancia sobre Manhattan, porque a mi lado vuelves, tu selfi, la cabellera morada, el rumbo justo, tus pechos que dicen MADE IN CHINA o ESA la porcelana confundida con un plato portugués o la esquina que saliva mientras se levantan sahumadas proteínas, sospechas y Poland Spring, derrames y bacterias, todas, conjunto vital en las narices; y así, a las puertas del misterio “preferiría mirarte” entrar con tus tacones a la altura de los relojes y pasar, una vez más, frente al paraguas que trajo Francis Bacon para que, en él, escondieras las dichosas carnes -carrilleras y panza- bajo el congelado de los rojos que en su capilla Rothko detuvo en forma de ola alrededor de tu cintura.
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