Coronet Limoges, Taza y Platillo, 1890 |
Términos desiguales, laxitudes después de la euforia,
pongo sobre la mesa de la cocina la siniestra sobre los retos, ante los
perfectos cuadros del Mondrian en el mantel. La recta nunca termina. Al vacío y
contra la silla –roja- cae sin consideración. La silla –roja- y su geografía inclinada
de humana tensión solo sirve para que Isabel vaya a sentarse: té y Limoges,
amargo pasear por Le Marais, donde en una vidriera regresa con la imagen de Notre
Dame en llamas, y por los ojos de una niña asustada.
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