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Yo siempre quise comer cardos, pero nunca
Me atreví porque no sabía que me querían decir.
Y un día, con limón, los trajeron para salvarme
De la negrura de sus muertes.
Y otro día, pedí una receta, ese cómo,
Y me pidieron silencio y que comiera.
Y una vez, hablando de azafrán, alguien
En una conversación distante dijo “cardos”.
Y no pude preguntar. Una urgente llamada
Telefónica me hizo viajar a otro continente.
Comenzaban a morirse los viejos amigos.
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