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The Dead Rabbit (Est.2013) Nueva York |
Aserrín. El piso todavía. Uno resbala hasta la estrechez. Y el paredón de whisky espanta. Crea esa incertidumbre del esplendor que puede insinuar el cocktail: el laberinto de los mezclados y el hielo, el tiernísimo olor antes de entrar al portal helado o ese amor ante lo inútil. Precaución: el bar se extiende hacia el fondo hacia gente que quiere estar aquí para absorber y no irse antes que el cuerpo exija. Los hombros caídos. La joroba sedienta pierde su moda ante el bar donde una moza se desplaza a su modo. Toda una mujer que domina grupos, de modo que las balanzas del sitio no romanizan ni hacen griegas acupunturas al sitio. Sí. Este es un espacio isleño. Una Irlanda sin costa. Agradable porque tiene un lenguaje propio y promulgador. Dueño de un absurdo toque dentro de una ciudad que quiere cuidarse por haberse declarado ser una manzana de avanzados colores. Esto aquí se atora. Requiere doblegarse ante ese ego que quisiera desistir y, sin embargo, desea que el próximo trago le presente el conejo muerto que ha buscado toda su vida.