Esta ballena, desde el autobús, barriga repleta
del linaje de Jonás, el arca de la tierra. Los pantanos. El ascendiente humo fabrica
la distancia, el devenir de los autos en silencio. Más allá. Las piedras
enfrentan las armazones que desde aquí no se ven alcanzar su ruina. A mi lado, iluminada,
una mujer frota una pantalla frente a su vientre. Un vidrio voyerista en la
marea de los pantanos amengua, velocidad igual a inmovilidad, un rostro
momentáneo. Parece no pasar nada. Esto en el burbujeo de un espesante estómago,
cartabón angular, se hunde en la imantada luz. Pues, reina la quietud. Aquí. Carruaje
sobre la pista celestial de la obediencia, se sumerge esta ininterrumpida digestión.
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