Cristo en la cruz y Francisco de Zurbaran |
Sin ramos,
domingo, y Asunción. El inacentuado azul a finales de abril, propulsa un velo de
cera que la gente reduce. O. Huye, huevo güero, sobre los techos de las
iglesias. Pero. Debajo, ámpulas, cortadas, el ángulo espiritual de las tiendas,
los vestidos y las estampas, colores de correctos andares en las esquinas se levantan
con la brisa de la mañana, y por encima, sombreros y semáforos. Objeciones y
miradas buscan esa certidumbre de la fecha, se encuentran en los escalones y el
taconeo, obedecen al refunfuñar de las madres inclinadas sobre sus hijas. Hacia
el recogimiento, rumor y bancos, pies santos, los olores coronan
inconsecuentes, las rodillas de Cristo dejarán su artrítica posesión. Y más
tarde, de vuelta a la luz, el calendario traerá otro mayo, las ventas de
orquídeas, y o a un sacerdote haciendo burbujas como un cangrejo.
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