martes, 25 de agosto de 2015

El deseoso (El almuerzo)

Melih Dönmezer

El almuerzo. A pesar de sus quilos y gramas, la tierra propone sus proporciones, el lanzarse a lo vacuo. Madre concluye. Reclama en las amapolas el día de sus caídas. La mirada en toda su colección de muñecas. Y a un lado pone pan. La mesa. Formica. Lumen. La inerme transigencia de la cuchara, desvío, curva donde dócil el ajo, estrellado, contracción, como advirtiesen, y no por sabias o brutas, sus puntas, viene de una cuerda del gran cello a estremecer cuando la lengua no puede. Y quiero entenderla. Entender lo extendido. Su fricativa en la oclusiva, el texto bajo la capa de pretextos y seguranzas. El almuerzo. Y. O. Luego un muslo, tamboril para bordar- Baudelaire- salsas glosadas de tuétano, cae- pone para instalarse- mi duda en reposo, las arenas a su ola, el pulso del pintor a su (acuarela) cuando le niegan el azul del cielo, el agua a sus caracoles, el redondel, ceguera, a la madeja de la Singer. Y no importa. No es que llegue. Corrijo. Llego tarde siempre. Trago saliva antes que me empoce la siesta, que, al desvestirse, descubre a mi madre alzando un pie ante el pintor. En

última instancia, la insipiente penumbra del soslayo. O sea, una olla chifla. Están los frijoles y hace rato el arroz esperando.  

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