Prospero llamando a Ariel (William Young Ottley) |
En el eje de esta tarde, el enfoque de los maestros ante sus clases
escinde la propuesta de la vitamina C ante el color deslizable dentro de las
pantallas de los teléfonos. Una serie de impactos, fricciones, nébulas y
ansiolíticos, se alojan cuando en medio de esta tarde suenan las puertas que se
cierran, y, dentro, en un libro de lectura saturada, expira un epónimo. Medir o
yacer/ o tal vez lo duplicado con la mano: ese aire sobre una seña requiere que
los hijos de los hijos comiencen a entender lo inaccesible que deber ser ver
colgar las frutas de un árbol, lo lejano de un campo de spaghetti, o el color
sublime de un jardín sembrado de euros. Allí también cabe asumir rubor y
presencia, como debe ser en medio de esta tarde, sobre la barba donde Próspero
sintiera, pliego, joroba, fragua del espejo en la tormenta - simple como
taciturna condición- una lejanísima erección hacia el infinito de los tiempos.
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