El Ulla |
Lo
tuve. Propio, coseno sin sobras, un tipo de gesto karate hasta el mínimo gesto cónyuge.
Me puse, pie, antes de elevar lecturas, el momento que requiere saber vivir,
el de habitar por las hojas de ese sufragio a la vuelta de octubre. Y. A veces,
he querido regresar sobre las pisadas que dejara en alguna conversación con
Isabel. El dobladillo de una saya saliendo de las gavetas de El Camino. O. El puente
sobre El Ulla, finísima lluvia -flotante- aromada por los ajíes de Padrón, la
alegría que desarraiga: porque el tiempo barajado en la data no vale la pena
vivirlo. Y hubo un momento, creo, pude haber sostenido un verso, y si hubiera
tenido otro lápiz lo hubiera vuelto a dibujar sobre aquel arco por donde también
cruzaron Teodosio y Atanasio.
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