José Cúneo |
De algún modo las muertes de estas filigranas se han, en volutas, pan ácimo, sobre la primera semana de diciembre, creado una parcela para que caiga el yo, el mío, en dos lagrimones sobre el muslo de Isabel sin saber por qué me habita por los ojos este aguado, este pozo incoloro, y el deseo por reivindicarme sobre algo que de verdad ponga en el burro, al final del rabo, la carga, y que en una fiesta me arrime a la puerta, al abismo, y lleno de alegría mire hacia la luna y vea pasar el condimento redondo hacia las pérdidas de aquello allá, más allá del marco de la puerta.
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