San
Lorenzo Mártir (1636-1639) Francisco de Zurbarán
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Aprieta
el calor. Sin saber por dónde los hilos se encojen. Ni cómo la libreta roja está
ahí abierta, engurruñada piel de endrina, encendida por las letras y tanto
manoseo. A menos que giren las hélices del ventilador, el estado del hoy por
hoy rota perezoso- entre una palanca y los cuatro deseos de irme al carajo en
un decir discursivo, casi hipoxia.
Del
lado de mi nadir comparto la soledad de San Lorenzo. Batipuertas. Por si
llegara algún vientecillo desde Rutherford dejo abierto el pecho, la cabeza mal
cortada. Y antes de jalbegar todo esto y quede sin memoria, hasta el
refrigerador llego casi avergonzado. Y se me olvida qué busco.
Albedo
de cidro. El aroma, estos ecos, llegan algodonosos y con 80% de
humedad. Es un buen momento. Refrescada la memoria, resisto las esquinas de La
Sala y La Biblioteca, entolo en la ventana, el moral, lencerías, aljamías (susurrado solitreo) desde las bocinas que se escurren por las calles, eróticas y vibrantes.
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