Kobayashi Eitaku (1843-1890) |
Da filo ese muslo a una cuchillada excepto que entumido yace- moscas, pertinaces- y también mis respuestas y el búcaro de centrosemas. Tensión su kimono shiromoku, blancuras, desatado obijime. Prosigue, lo demás, el regurgite hasta la lengua impostarse de aquella flor nadadora en los estanques franceses y una gordita aguantando la toalla del desnudo. Y cuando cae del gusano la seda, el telón del desierto por el hueso y sus cavernas, invade un cadáver que daría gusto acariciar. Me traigo paleta, brocha y caballete a la cena esta noche con los invitados de siempre a catar prudencia por distancia, y calculo aliviado, pues aquí ingresa, apertura, desvalijo, con bujías en las niñas, echando chispas por los pelitos rubios, el desenrollo encubierto, y solo de pensarlo trastocan navideños cascabeles los berocos y el muslo descompuesto.
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