Francisco de Zurbaran |
Desde que
ulcerada le sobra amargura me viene estirando propuesta y prepucio la carga
alimenticia de dos días que inseminó el hábito hinchado de mi próstata. La
rompe guebos estrella displicente contra el filo del tazón y allí en lascivias
y enflojecidas liquideces, transparencias y amarillo, para una tortilla me condena
desde la negrura del sartén. Orégano por organillo, no, no le sale ni el mínimo
Bach al batir. Yo, acostumbrado a sus silencios. Escapa de costado, por el diente que le falta, un silbido
garraspado que arderá en cualquier momento entre panes pintados
adrede en la mesa, aquí, donde yace el canasto con Zurbarán dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario