Kitagawa Utamaro |
Cuando dije CHINGAR por vez primera algo se movió sobre la mesa de casa. Puede que
entrar no lo haya visto hasta que cayó. Y. O. Cayera. Del jarrón donde el agua
enfriaba una única y gordísima gota para un mosaico del comedor. No supe bien
si fue un viento hecho de polvo grueso que nace igual que una mujer frotada en
una lámpara o si mi madre olvidó correr algo, un vestido, los hilares, apagar
las luces, para que no hubiera chance alguno cuando en infinitivo y en alto
tenor saliera aquello, redondo y sonoro,
por los aires del más profundo deseo. Después. La ruina (misma) de no saber quién
pudo haber tenido la culpa. Busqué en el pequeño Larousse el aturdido subjuntivo
de roer.
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