Cape May Peninsula, Nueva Jersey, EE.UU |
La marea deja, imperceptible turba, las sombras del muelle vibrando
entre chicotes. Se calcula, lejos se acaricia, un ejército marrón, el caserío y
sus marinas inermes. Y para dividir, desde un nido, en la dispareja plenitud del
agua, se lanza un águila rasando los espartinales. Lo demás, desamparo. Allá,
fuera del círculo, las gaviotas chillan. Y los patos. Negros. Hundimientos. Ademanes
en bujetas de bentos. Se implanta la crueldad como si adentro de una fruta
colgara una gusanera que persiste a pesar de la lluvia primaveral. Y en medio,
veta, ínsula, cuatro árboles, desgajes, al fuete de los vientos asume un arca
gris. Queda exhausta la lectura de cada uno de estos seres a la deriva. La
marisma se carmena los cabellos en ese espejo. Y. O. Sobre las órbitas de unas
garzas.
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