Charles Bukowski |
Bukowski aconsejaba la imperante necesidad de permanecer en cama 4 días. El mundo se abrevia. Las cosas se aligeran. Cuando pones el pie en la calle y regresas al amplio tema de los ruidos, la gente, su mierda, se vuelve a pisar sin dolencia y los objetos, disfrazados, se acercan repletos de inocencia. Lo insistía con un vaso como el que tengo ahora sobre el esmalte del bar. Un IPA doblegado ante la amargura natural de su estado bullente. Y me imagino una ventolera sobre los campos de avenas trabajando este momento. El etanol digiriendo en su crucigrama. Porque esta mañana decidí no caminar más de lo que debía. No exceder los músculos. Ni atisbar los planes. Ningún mapa en la guillotina de un poema. Eso. Cero poemas hoy. Que se vayan a recoger avena. Que laboren y busquen el polvillo para que otro los meta en su tinte. Y. O. Los encuentren en el peralte de la guardarraya, allí, puteando al mundo, bajo ese solazo cuando las espigas, llenas de impaciencia, se agitan entre ellas sin saber que decir.
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