lunes, 16 de mayo de 2016

Misántropo y rey y la flor de almoraduj


Les Adieux du roi Boabdil a Granade, Alfred Dehodencq (1882)

Misántropo. Diana en los ojos. Se entretiene en la entrega y se golpea contra el muslo de un deseo que nunca arriba. Le toca con el agua asirse de aquella voluntad sobre la gente en perentorio disgusto, la mueca, las muelas podridas y el tormento. Y debajo de la autoridad siempre la tiñosa con su pico curvo oliéndole el paso, siguiendo la bosta y la pista de su caballo, el preferido, el de monta, cuando sale a los campos a enterarse que al aire se le puede dar silencio y que el rumor viene de una autoría en el oído/omiso y que las cosas se pierden hasta tres veces. Y allí, debajo de una encina/olivo, (los cigarrones callan) el calor, los cigarrones que se callan como si fueran ellos los únicos respetuosos o los únicos que deciden no dirigirle más el canto ni la voz ni la mirada en el infierno como en el cielo. Hay un específico instante cuando decide que más sangre tiene que ser igual a flor de almoraduj. Y así se entrega, sin que haya rastro o fecha, la crueldad. El resto de sus días, en nombre de una flor, buscará dicho placer sin alivio. 


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