Anti zoófilo, murmurador de bestias, pastor y carnicero, alargada la noche creí estar a la puerta de El Paraíso. Tal vez, traspasé una puerta entre abierta- luces y conjuros de féminas y fugaces imágenes, imaginadas a todo dar. Y pieles dando brincos en los platos rebosantes en una salsa de madre. Por la barriga el pez sabe mejor, alguien siempre advierte en estos casos. Y que, acullá, se confundirá El Todo con los aromas de la perdiz escabechada por Doña Ávila. Y Quién sabe por Quién, uno nunca sabe cuando está a punto de perder la gran oportunidad, tuve un momento de vacilación al apartar, cara de cera, los rizos de su bigotudo convite.
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