Disuadirle no. La
luz penetra a pesar de las resistencias y las humedecidas rendijas, y también aquello
que es un calvario y en el pueblo permea entre chismes. Su amor por las mañanas
de los domingos se aprieta dentro de su rebeca. Lo hace con el gesto de la
virgen de Santa María de Tahull para no dejar escapar, según hermanos y
familiares, la tibieza del día.
Su vida, un
tanto entre abrojos y quemaduras ante el fogón, también tuvo en su mocedad la ventura
brevísima del amor. Un tal Ignacio, aparecido de sombras y de manos huesudas y
calientes, le tomó el rostro por nelumbios y por su talle aferrose hasta ella subir
el desvanecer.
Recuerda aquella
tarde, a la vuelta de la era, su vestido de flor verbena y la ligereza, el
rumor de los chopos asidos al oeste anticipando lluvias, y el temor al
tiempo, cómo le corría ventral el corazón al garete hasta el recodo donde el
río linda con las alturas de Montserrat.
Y nadie volvió
con ella a bailar las noches de San Juan. Nadie volvió a nombrarle la flor
equivocada. Su hijo fue el idiota del pueblo. Le puso Ignacio por castigo. Su
rostro, parecido al padre, ladeaba entre la verdad y la mentira. A juzgar, a
ella le asomaba la ternura cuando lo llamaba a comer.
Al hijo lo mató un camión en la carretera que va a Barcelona. Y ella, sin disputas, lo bajó a
la tierra y le sembró ginestas y muguetes.
Se rumureó que hubo un rumano interesado. Y él, un miércoles, cuando le miró a los ojos, prefirió
recoger ajos castellanos a mirarse otra vez en aquellas fosas.
Compra pan a las
seis y a las ocho sirve tostadas con tomate y mermeladas, y trozos de membrillo
denso. Deja caer el café en cascadas de extranjeros aromas. Y sabe cómo hacer burbujas en los bordes de las
tazas. La miran tan agradecidos.
Después de la
comida se saca la rebeca. Para que nadie interrumpa: llave y aldaba. Enciende
al viejo Philco en la estación culé. Se cubre en la cama con la pesada colcha
azul grana que abuela le tejió a los quince. Volumen y cierra los ojos. Nadie
la puede engañar. Mas bien es indiscutible. Allá ellos que no se han enterado
que ese chaval Messi es el crac de los cracs.
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