Ya que agolpa pesadumbre el tránsito (y) estimo distante las cosas que se extirpan sin
rastro, aquí uno al otro lado del otro, en la esquina afeitada, con la luz de
los deslumbrados neones de la ciudad, y acaso una tapa al no ser ni ángulo
alguno, sin timidez, de irreconciliables
colores y rodeos, un rizoma de lo fruncido parte de la desesperación al olfato
dedicado a la nunfuria, al esqueleto netrofacto de las exageraciones. Temo
mucho, y en principio, a tanta
obediencia, y que las luces terciarias de esta esquina, a penas de Lucas a Juan,
recorran los personajes necesarios. Me quedo varado. Y quiero asegurarme que no
aparezcan la familia, los amantes, y la literatura que esquivo.
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