W G Sebald |
Sebald, nada. Fui al colesterol (395) calibrado y de cabeza. Descubrió el laboratorio el fardo (ese) del atracón que me di franco de lechazo con lectura. Apenas uno entra en la lectura de verdad, la engañosa, lo quieren con sobriedad transfluir, colocarle el calendario vacío de dígitos después del punto. Y yo lo que quiero es leer. Escribir unos poemitas. Tan pronto pongo cuchillo y tenedor en la ficha del pequeño Larousse, la palabra que me evitó toda una vida, y cuando por fin la tengo con oliva, mancha y servilleta, entonces llaman a discursos de sospechosas castidades y a la longeva como un Onán reteniendo un poco el vino, menos sodio cuando viaje, y cuidado con las mochilas en la próstata o es que no se da cuenta Ud. que tiene los días contados, no arrugue Ud. el reporte en el bolsillo no vaya a ser que lo necesite para el culo de un poema. Y haga el digno favor de abrirlo bien- amenazan- porque cuando desesperado cierro los capilares del sieso me advierten fanfarrón- y por si fuera cómplice mi condición de anacoluto.
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