sábado, 24 de febrero de 2018

El ángel muerto

 “Accidente Aéreo” (2005) de Miguel Ángel Ruiz Beato



A las 6 y 40 y 6, esperando en la parada del 167, todos tememos. Alguien apunta que es un ala. Otro decide que es la cola. A mi lado, una señora se persigna. Alude al talismán en su pecho. Otro, asegura que es el Dios Él. Pero, duda que el cirro se haya adelantado a las presiones de febrero porque tiene que haber habido, afirma, Un empujón allá arriba.  Y cuando quiero añadir que El cálculo de las barras de los seres celestiales ha bajado, y ese cuerpo de la enormidad se tuerce en su cistina, azufres de escalas manieristas, hacia el sur inexplicablemente, dos jóvenes comentan No hay duda que hubo una batalla. Se corre la voz. Una batalla, y este residuo de un cuerpo celestial en estado de putrefacción, es el zumo del deshielo polar. Nadie lo va a creer, aseguran. Aquello. Una serie de señales milenarias aparece en El hombro caído sobre la cúpula del edificio del correo, su insinuación una cola o una túnica tapando un pie, un poco más arriba de lo que fuera la imprenta de mapas mundi hasta 1986, hoy un geriátrico. Y desde que ha levantado el vientecillo y las 500 palomas del pueblo cuajan con ellas el estribor de un arca sobre los tendidos eléctricos, la señora más baja del grupo ha estirado su índice. Desconcertada solloza Se ha vuelto nube. Y en menos de lo puedo explicarle, un coágulo gris nos obliga a abrir los paraguas. 

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