lunes, 11 de junio de 2012

Noches de ronda


Paul Celan



Ultima ronda

Me supera. Un sudor se abre entre la tira de la carne y su hueso malbec. Un cojón medio frío y remendado, a la fuerza, conteniéndome el aliento. Por si acaso, aflojo un gas trabado en el costillar, pesebre, a punta de lanza, vaya expolio, el hijo de puta, en su órbita saturnina hasta la blancura del inodoro. Dónde está mi esfuerzo. Cuál poema no regresa. 

1
Alza, esa nuestra imagen, dos copas en la noche. Vómitos y cagados de risas. En algún sitio de esta noche que ha sido una siempre desde que abrimos el poema aquel de Celan sobre la palabra discada en las fronteras del espacio. Palabra y negativo. Una comelata de hienas subiendo con sus fósforos a la lengua. Qué decíamos. Hijo de puta. ¿Te acuerdas de la Sulamita? 

2
Una tonada de Miguelito Matamoros. El guitarrón se fue expandiendo. Rodaba. Se le montó el rubor mariposeado, su curva, tensión de monja, como Balenciaga, linear y limpio. Cómo decirlo. Un Bach en una hamburguesa con queso americano y cachú frío por dentro del tabaco. Pureza sobre lo que rasga el infinito, aquellos labios. 

3
Del perol al ajiaco hartazgo y la quinta y la sextina y una estilográfica (vaginal) de negra tinta, india, en el espumero. Una playa, si alguna vez, la que no pintó el chino aquel, siglo III, dinastía tal, con su pincel perfecto sobre papel tensado. Fueron momentos parecidos hasta la primera producción de papel higiénico ya en otra dinastía y otros culos. 

4
Queda la cuestión de un verde capucha. Un asco cerca de un puñado de acelgas en baño de María. Busco en la memoria la pintura donde San Ignacio (cuando) estira la mano, con certidumbre, en busca de un agujero vegetal. Cómo sería llegar allí. Y lograr meter la mano en esa llaga. 


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