Entre 6 y 6y45: unipolar. A un lado de
la oreja el ángulo de una podadera se cierra. El click. Esa (cosa) para que
baje el mundo en un café hasta el orto.
Entre 6y45 y 7: el autobús 167. Sus
vibraciones. Una mujer pequeña me pide permiso y se sienta a mi lado. Su pubis.
Un bulto de grasas le envuelve el útero. El sol está por salir detrás de Walmart.
Pero. Una nube tapa todo eso.
Entre 7y12 y 7y15: se baja una mujer.
Es una lycra negra. Una pareja de gansos canadienses, seguida por sus crías amarillas, persigue
a la mujer que cruza frente al autobús. Tres largos minutos. Y parpan.
Entre 7y19 y 7y20: sube la vietnamita.
Hoy tiene la cara fresca. Su mano, en la agarradera, la delata. Quiero recordar
un verso de Valente. Sobre manos trajinadas en un gesto revertido. O. ¿Será
mío?
Entre 7y20 y 7y22: tengo frío. La
muerte de Lorenzo García Vega. El humo de la chimenea de PSE&G se estaciona
debajo de otras nubes y crea un cielo raso y blanco. Cómo comparar esa
combustión que brota apurada. Como un enredo de bolas explosivas. Casi bella.
Entre 7y24 y 7y24y: sale el sol.
Entre 7y24y y 7y25: el pubis de la
mujer pequeña, ahí, sentada a mi lado, es de un negro de enrosques. Le sube
hasta el vientre. Una mandrágora. No sé cómo. Pero lo puedo ver por la
ventanilla. En el letrero de la clínica para enfermedades del sueño del
hospital Holy Name. Abierta 6 días a la semana. Excepto sábados. Sin horarios.
Entre 7y26 y mientras voy bajando: para
entrar a la casa de Kafka hay que pagar. Esas cosas de la Praga desnuda. Yo
pagaría dos kafkas por verle el pubis a la vietnamita.
A las 7y 27: tierra firme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario