Dime. Diríase. Si
duermes. Venga así a mis grasas tu amor (fondo y maravilla) al lado de un
puerro que enverdece y la mueca pinza. Afuera espera la tarde para darnos el
café que esta mañana saltamos, y quejarnos de la ausencia de los estorninos.
Si no me dices
jardinero, inning, antesalista- entonces que el silencio te trague el deseo, te
dejes masticar, entregues por los aleros del vencimiento, curvas y rectas,
génesis y roces, la doma muscular, el tiempo perdido: un estómago (ácido), el
descanso, la suavidad de las sábanas, jodida y voraz- tu rostro fláccido e irreconocible,
me asusta. Porque qué es lo que se va o regresa.
Me arrimo (otra
vez) al rizoma aquel que te tocara un enero en la cocina alas lux del desmayo otrora
piel esa sensación contra mi despeño dormirte por primera vez igual a ganso
roto tu cuello desigual yo midiendo a entrañas anchas un barril de whiskey en
el círculo de espera. Y tu rostro desaparecía, inclusive, te olvidaba.
Estoy hablando
solo. Miro un juego de los Mets tarde en febrero.
Será que dormir no es que menciones lo que
adentro ya no pide imagen.
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