Edipo y La Esfinge (1864) Gustave Moreau |
1
Anoche flotó la
nieve, padre. Y no se atrevió hasta esta mañana a descansar en los techos. Todavía
creo en esos abruptos momentos de la suspensión. Ya me conoces- témpera-
monocromático, insoportables acúfenos. Y cuando apareció la luz, recordé el
zarzo que alguna vez quemé una noche hasta perder los dedos. Y cuando no
aguantaba más, Corinto se alzó frente a mis ojos -enalbado en mierda de aves- y,
contra los inmemoriales muros, a una mujer le sacaban fotos como a Mónica Vitti.
Y cómo no contártelo todo. Tú, ciego a las visiones, me pasaste, babélico, un
caramelo de menta.
2
Las latas
brillan, madre. Se parecen en algo a la nieve. Las abres y siempre te queda en
redondel esa sierra. Luego, el vacío adentro. Las sobras. El poco olor queda en
el aire hasta que se tira en la basura los restos. Y afuera, como hoy, en
polvos la sierra corta los acomodos, justo el mundo en su lugar, en añicos de
olvidos la nieve. Tus años y los míos. Incurre mi dolor, fáustico, femenino- te
mueves (en) este gesto inútil (por) aquella cocina igual que tu madre, mi
abuela Margarita Durán.
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