Gartenarbeit II (1966) Gerhard Richter |
Cómo dejarlo
claro sin aturdirle. Pasar la mano de contra ojete y confesar buganvillas por
almorranas, y traer el domingo, si así se le ofrece entre frescuras cambiar las
sábanas de Martha Stewart, chicharrones y croissants hasta que su aliento y el
mío sean vocación rival. Después buscaré la excusa, el taparrabo que nos
devuelva como socios la carne fláccida y su sabor a pinol, y se engendre
mientras vaya subiendo el mediodía, el tintín del hielo en la ginebra, la llama
de las partidas por las vencidas, el manubrio de la puerta, su brillo de circo
y bronce, y pues que sepa, si quiero partir, la vida no puede ser una longaniza
en manos torpes. Que afile un cuchillo, si es que impera su lejana
menstruación, imprescindible que salgan parejas las rodajas de sus proyectados
muslos.
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