De anoche me
queda un palíndromo. De las fusas un altercado en el juego terco de un eco. Vaticinaba, me pareció, había un roce alrededor
del cuello y se me doblaba la oreja derecha, recuperar algún éxtasis. Las
axilas de Magdalena. Pero, quién es. Por qué esa mujer detrás de un número para invocarla. O. Y. Convocar qué para contaminar
pronto mi café.
Los techos han
amanecido escarchados. Un retoque, lux superior, por las cortinas del gotear,
los ladrillos en el patio recontados en la pared de la escuela, asomo igual, entre
las ramas desnudas del moral. Yo, sin camisa, la horma de anoche, otro cuerpo
asediado, detrás de tramas e hilos, concordes el ruido de las tijeras
haciéndome otra vez a mi tiro y semejanza, me aparezco en la ventana como si una
cifra importara.
La lengua, en su
pesadez húmeda esta mañana, chasca un ruido: imitando, mi voz lame las axilas de Magdalena.
211 0112.
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