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Brooklyn! Brooklyn! En la pizzería
me estremece la duda, el eco informal que afuera espera sobre el dominio del tránsito.
Ajusto esta dirección que en la sangre tiene cuatro parchos como los que
incendiaba madre a la hora de la ira y antes de llamar mi nombre. Cuando el pie
afuera pongo es el aire un olor inexplicable, ese rumbo. Una cerca de púas la
lengua a punto de ser reclamo entre la masa, el orégano, y el tomate.
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Le hago una señal a las averías
del júbilo. Antes de apoyar el segundo codo me desplazan los líquidos de la
belleza. El recóndito manifiesto de aquellos estratos del alambique goteando
(eco) en una bañadera (fieltro) donde madre me pasa una esponja por la espalda se escapa.
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