Lo que me irrita no es el trago del
tentador esperanto que traduce fuente por pena o el delicado período que convierte
una ensenada en redondel postizo. Lo que me irrita es la muerte en la cerveza
hecha delicia y su efímera energía al pasar entre las tripas. Y debajo de la
mesa o debajo de la banqueta esta tarde que pudo haberse subido en otro animal
en vez de ignorar las semejanzas de mi irritada línea pectinata.
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