21 de septiembre y el 2011
1-No sé cómo ni cuándo. Una mujer con un vestido blanco de tirantes se acerca a una pared (amarilla), y después de mirarme, da dos pasos y se esfuma, se funde en la pared. La pared también desaparece. No queda nada.
2-Se me aparece una pared (amarilla). Al igual que la mujer quiero fundirme con la pared. Pero, dentro de mí lo que urge es llegar al otro lado de esa pared. Si lo logro, habré descubierto un estado único de iluminación y sabiduría. Esa certidumbre me llena de una alegría difícil de describir porque es una que nunca he sentido. Quiero pensar en la felicidad, pero no tengo tiempo.
3-Lo intento. Un paso. Dos pasos. La pared huele a cal. La cal de la pared (amarilla) de mi casa. La casa cuando era niño. Comienzo a perder la respiración. Esta pérdida de oxígeno me avisa que el proceso de evaporación ha comenzado. Un paso más y me transparentaré. No hay tercer paso.
4-Al borde de la evaporación comprendo que estoy por dejar de existir. Dicha pared tiene en ella la frase donde se expresa la sombra de la muerte. Al instante, temo entregarme. No puedo cruzar. Ya no podré traspasar. Lo que quiero lograr detrás de esa pared se diluye en un extraño peso que se me acumula en el pecho.
5- El reloj marca las 5 am. Me volteo. A tientas, encuentro cerca del colchón el botellón plástico. Y orino.
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