28 de septiembre y el 2011
Me han situado contra la ventanilla a pesar de mis protestas. A mi lado, un hombre se adormece. Tiene frente a él un whisky. No quiero mirar hacia afuera. Sin embargo, quedo hipnotizado por las nubes que voy dejando atrás perezosas y lumínicas. Los parchos de verdes intensos aparecen en un complejo rompecabezas que se mezcla con meandros amarillos, puntos blancos, cuadros marrones, y en la distancia, se funden en una niebla azul e incierta. La inmensidad. Y por encima de la inmensidad, la impenetrable pureza del azul.
El hombre a mi lado, después de un segundo whiskey, se ha levantado para ir al baño. Aprovecho este momento de privacidad para sacar el diario. Vuelvo a leer este poema.
Pasajero 19
Una vez había pasado por Petrozavodsk
Agarrado de un ferrocarril, una línea infinita,
Entre el corazón y los porqués, enalbado,
Y en la boca, casi a punto de recitar
Su propia muerte, un pulso exhausto
En aquella noche que cerró sus ojos
Ante la eslava de piel hervida, a quien
Sobre el blanco y contra el blanco
De la noche le asestara, como pieza de astracán,
Un espejo para observar el alma,
Para que él se rindiera, tal vez, una única,
Pensó, y última vez.
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