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Las ruinas. Una roca. Un affaire de percebes. Cuando
La marea se ha llevado a los mejores pescadores.
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Una vuelta de escrutinios en la memoria de los
Veranos. Nos aparta aquel sabor como oído.
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Infecciones. Ataraxias. Cuelga la presión de la araña
Cuando se desplaza el río. Me regresa el color del cundeamor.
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Disuelvo esto y aquello con la condición de que
Al desparecer me pongan cuchillo y tenedor.
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Esa longitudinal desgracia entre lo que pensé que
Te pondrías y en lo que deseé te arrancases.
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La petulancia se congregó precisamente alrededor
De la conversación cuando alguien dijo “azafrán”.
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Del lado norte de esta luz solo concibo percatarme
Sobre el sorbo que le doy a un litro con cebada amarga.
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