domingo, 9 de febrero de 2014

Santiago de Cuba (revisited)




A medio tarso (mitad tirso) lo otro. Un morro. La espera cuando la luz se estrella. Uno atiende a Esteban Salas tan pronto las cosas se elevan en la crema clásica de esa fe. De esa mansedumbre entre los mosquitos. Recuerdo de  domingos. El camino por las aguileras, la cáliz, los flamboyanes y el cielo torcido de mis padres enamorados cuando se llegaba adonde todos se reunían mudos.

Y al evidenciar, al tajo de estiércol, recién afiladas tijeras, los estribos, encaje mozárabe el pregonero, el relincho por lo que habrá jalado el corcel hasta el puerto, cascos llenos de ansias, una atmósfera, sin especificar el círculo luminoso de un niño barroco en brazos de la virgen, juega al escondido a estas alturas, la enramada oteo y melaza los corpiños sin sus levaduras de niñas bien.

Cuándo cae. Cuándo pasa. Terral o alisios. El deterioro. Grutas el perfume del pru, barrancas, donde acostarían mancebas ardientes el lunar y el Tivolí. Será eco la corneta china. Y sin embargo, La jiña ha insistido, hombro girado, en el polvo su bordado. En el portal de los verdes de larga respiración. Jardines. Papayas y verdolagas, el sopor que baja por el tránsito de Garzón entre las campánulas

así. Como en el cine. Un deseo cortar quisiera dos las vesículas en esto de hombre desde el sabor de su materia, y esculpir al aire –simple acto- de entrega. La fiereza, la pugna en el carnaval, la cañadonga, su glosa.

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