sábado, 28 de noviembre de 2015

Etílica 12 (Smuttynose IPA, 6.9% abv)****




(segunda anotación)
El hombre. La iguana. Su piel desértica. Ha puesto a un lado los olores, el tránsito, pécoras y carlancas. Y de repente. Como si estuviera sobre un mástil y necesitara chupar para no aburrirse, le viene en gana un jerez, acostarse en su cama, el frío en los labios, las temperaturas haciendo su vida un hecho.

(cuarta anotación)
El hombre. La iguana. Cuando es posible sale y se trepa como si caminara. Avanza y dice cosas alrededor de algunos ojos donde una capa sepulta sus atlánticos y penetrares. El desconcierto y las apariciones que hubiera verbalizado.

(séptima anotación después de orinar)
El hombre igual. Como una insignia. Con su traje, a un metro casi, aparenta desmitificar, y como es de esperar, absolutamente no puede, en ningún momento, alejarse de su  ser. De las paredes y ranuras, de los subsuelos, de los ardores, de la temida noche.

(una de las tres últimas notas con Y cuando)

Y cuando parapetado se le concede ser un instante, iguana al fin, allí le ves entretener a mujer y hombre, piel evasiva, patina, pretensiones de cuatro patas y dobleces sobre un pie- sobra rey- o pie de rey en la medida que le resulte. O sea, substrae y recoge como si fuera un cartabón para el odio a pesar del indulto general, y para ello sobran los tontos, y quienes creen que lo que dice- y luego escriba- tendrá importancia para la raza humana.  

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