Los grandes cuerpos de aguas, como las vainas
estiradas hacia una cerca, se roban el momento. Tienen en común las pérdidas, el
envase del cuerpo, a pesar que esconden la respuesta de la maravilla y o algún
ahogado. Certera, centrosema, da igual, en una vasija crece una
discordante plaga de hongos en el dedo de un famoso. Pero allí, vastísimo
momento, se perpetúa el desliz de lo mayor- como decía Hamlet. Las consecuencias tienen un asedio, una erosión
de faces y triángulos. Las aguas llegan al descante de los versicularios y las cicatrices
verbales sin sus bordes, porque allí está ausente UNO. Hay deslinde, una
ausencia sin UNO. Y nada importa. El agua sigue su curso hasta espejarse en el mercurio
hipnotizador.
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