Dick Van Dyke y Mary Tyler Moore |
Entro en La Casa. Y Mary Tyler Moore, todos sus dientes, justos en soledad, siete puntas ante la jauría de la cena, es una indecifrable centella hasta que la risa en su potestad revela el amor americano en deterioro, adjunto y a las 6 p.m. después del embrujado ombligo de Bárbara Eden, humeando los plátanos como multiplicados peces. Y todos reímos. Mi hermana jalonea por el pañal a mi hermano recién cagado mientras padre habla con la boca llena, y yo, al lado de Dick Van Dyke, le asesto lo de siempre. El humor tiene su grosor antes que la lengua atore su peso inglés. Asunto que siempre apuntala ser Una Cosa de atroz acento entre él y yo. Inclusive, me sale hasta hoy ese peso en una Q sin tregua. Es más, Canalizo, por mucho que lo niegue, y lejos de La Casa, el grato bullicio de las cafeterías de secundaria y El Show de Mary Tyler Moore en el sabor de una ensalada de huevo y adjetivos comiscados. Qué si aprendí. Esos sabores un día desaparecen entre los dientes, provocadores de suspensos, y a veces, como hoy, reaparecen, en medio de una visita al dentista.
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