Gírate y escucha a los muchachos jugar
baloncesto, le intento decir a Isabel. Que las luces de la policía en el barrio
giran sin remedio. Me intriga saber si Escuchas el zumbido que acaba de ligarse
con la queja, el pito del tren de Secaucus o, lo otro, desde la fábrica de tejidos en Paterson donde las
ripias parecen incansables guerreras, esa batalla mientras aparece un
arabesco en el telar. Isabel, estoy a punto de gritarle, y sobre el polen del
pulmón aderezo, No hueles las tramas y los aceites industriales? Y sin pedírselo
repite nombres, poliésteres, colores que regresan a este edificio después de viajar por ese
mundo de máculas y flotantes, en latín la flora del patio. Y cuando calla se
acerca a la ventana y mira hacia el fondo. Y yo casi, una vez más, a punto de
decirle Es abril y deleitémonos, Las ardillas están por atacar a cada brote
del moral, El hambre que esconde este ruido de lo
insoportable doblegará su anécdota.
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