27 de noviembre y 2010
La espuma. La cuchilla. El espejo. Piel como cráteres lunares. Tristísima. Qué triste la piel. Alguna vez fue mi piel fina como la piel de mis orejas.
Si hubiera sido ave a contra viento mis orejas me hubieran levantado. No hubiera tenido las pesadillas de caer por abismos o regresar a mi niñez por los cielos. Dos pedazos al lado de la cara. Dos ojos al lado de la cara para el eco. Fantomas se desencadena.
Me desenrollo la piel inferior del ojo derecho. Una tajada de guayaba. Bordes sin pestañas. El asustadito movimiento ocular de los camajanes. Por qué coño se mueve este ojo como la cola recién cortada del camaján. Dónde podría comprarme una guayaba ahora mismo.
No es una nariz. Algo de globo. Hecha de fango. Es un hocico de lechón asado. Se me hace la boca agua.
Detrás de la espuma y la cuchilla aparece la boca prestada de mi padre. La tendré que devolver uno de estos días después que me afeite para el polvo del olvido.
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